La Navidad nos invita a reflexionar en Jesús como un tierno bebé que nació en un humilde pesebre en Belén de Judea. Pero, ¿alguna vez se ha preguntado cómo fue su infancia? ¿Por qué será que cuando pensamos en Jesús como un ser humano, inmediatamente nos viene a la mente la imagen de un Jesús con una aureola en la cabeza, un rostro tranquilo y una mirada tierna? Nos cuesta trabajo imaginarnos a un niño Jesús teniendo dificultades para dar sus primeros pasos, o un Jesús adolescente secándose el sudor de la frente después de un arduo día de  trabajo en la carpintería de su padrastro. Y por supuesto, nadie se imagina cómo pudo sobrellevar las peleas con sus seis hermanos menores. Ahora, ¿se imagina usted haber sido uno de los rabinos del templo cuando este jovencito de doce años comenzó a hacerle preguntas sobre las Escrituras? Ese fue el día en que el alumno dejó perplejos a los profesores. . .  Imagínese haber sido uno de los rabinos del templo y maravillándose con la sabiduría de este Niño-Dios.

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