A quienes nos gusta pescar, sabemos que los mejores señuelos son los más engañosos. Tratamos de atraer al apetito del pez escondiendo un anzuelo en un gusano. Usamos un cierto tipo de señuelo que es atractivo con ojos resplandecientes o un cuerpo brilloso. El pez es atrapado porque piensa que obtendrá algo suave y delicioso, pero realmente obtiene algo punzante y doloroso. Eso es el engaño.

El pastor no debe ser engañoso. Me encanta la sencilla declaración de Pablo cuando dice: “Pues nuestra exhortación no procede de error ni de impureza ni es con engaño” (1 Tesalonicenses 2:3).

Pablo era quien era. . . dondequiera que estuviese. El no hizo promesas vacías. El no robaba del dinero del ministerio. El no decía una cosa en un lugar pero otra cosa en otro lugar. No hubo ningún “engaño” – una palabra que significa en el Griego: “atraer con carnada.” Así como un pez.

Estoy seguro de que usted ha experimentado, al igual que yo en ocasiones, relacionarse con personas que usted pensaba eran confiables. . . pero realmente no lo eran. Cuando se acercó a esas personas, se dio cuenta que había anzuelos escondidos. Él o ella dijo una cosa – la cual parecía y se escuchaba atractivo – pero detrás de la apariencia había un anzuelo. Habían maniobras privadas y agendas secretas. Habían motivos torcidos con error y engaño.

Pablo dice en efecto, “Pastores no deben ser engañosos.” Si tomamos un enfoque positivo en la declaración de Pablo, podemos decir: “Nuestra exhortación viene de la verdad, la pureza, y por medio de la honestidad.”

En otras palabras: sin anzuelos.

– Chuck