El Dr. Bruce Waltke, un profesor del Antiguo Testamento y Hebreo en el seminario de Dallas, cuenta la historia del tiempo cuando su esposa estaba en la clase de economía doméstica en la universidad. Hicieron un experimento con dos ratoncitos blancos, dándoles dos dietas completamente distintas.

Al primer ratoncito le dieron:

  • leche entera
  • pan integral
  • avena
  • zanahorias
  • jugos de frutas

Al segundo ratoncito le dieron:

  • café
  • donas
  • pan blanco
  • mermelada
  • dulces
  • papitas
  • gaseosas
  • ¿Puede adivinar los resultados?

    En menos de diez días había diferencias muy marcadas en los dos ratones. Uno tenía buena salud y energía, bailando por toda la jaula. El otro ya estaba mostrando señales de mala salud, perdiendo su pelo, volviéndose irritable y prefiriendo estar solo. Mientras continuaba la dieta, el segundo ratón pronto se echaba en la jaula completamente apático y dentro de poco tiempo murió. ¿Por qué?

    Por hacer la dieta equivocada.

    Apliquemos esto a nuestros púlpitos. Si les damos a nuestros congregantes la comida equivocada, hablando espiritualmente, terminarán apáticos, irritables, sin fuerza y sin paz interior.

    Pero sí les damos la dieta correcta de la Palabra de Dios y del agua viva, la diferencia en su salud espiritual será extraordinaria.

    Escuché una vez de un joven ministro que frecuentemente presumía del tiempo que necesitaba para preparar su sermón del domingo; lo preparaba en el momento que caminaba de la casa pastoral a la iglesia que se encontraba a un lado.

    A lo mejor puede adivinar lo que decidió hacer la congregación: ¡Compraron una nueva casa pastoral que se encontraba a 13 kilómetros de la iglesia!

    Es verdad, mis consiervos, el servir sermones saludables cuesta mucho trabajo. Pero qué diferencia haría esto en las vidas de los demás. . . ¡y también en nuestras propias vidas!