La iglesia puede llegar a ser hábil. Sus ministros pueden volverse profesionales en sus tareas. Pienso que por eso me encanta el excelente volumen del pastor John Piper, Hermanos: No Somos Profesionales (¡gran título!).

Lea sus palabras con cuidado.

Los pastores estamos siendo asesinados por el profesionalismo del ministerio pastoral. La mentalidad del profesional no es la mentalidad del profeta. No es la mentalidad del siervo de Cristo. El profesionalismo no tiene nada que ver con la esencia y el corazón del ministerio cristiano. Mientras más profesionales anhelamos ser, mayor será la estela de muerte espiritual que dejemos a nuestro paso, pues no existe la inocencia profesional (Mt. 18:3); no existe la misericordia profesional (Ef. 4:32); no existe el clamor profesional por Dios (Sal. 42:1). . . .

Nuestra tarea es . . . negarnos a nosotros mismos y tomar la cruz salpicada de sangre cada día (Lc. 9:23). ¿Cómo se lleva una cruz profesionalmente? Hemos sido crucificados con Cristo; pero ahora vivimos en la fe de aquel que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros (Gá. 2:20). ¿Qué es fe profesional?

No nos llenaremos de vino, sino del Espíritu (Ef. 5:18). Somos amadores de Cristo ebrios de Dios. ¿Cómo podemos embriagarnos de Dios profesionalmente? Entonces, maravilla entre las maravillas, recibimos el tesoro del evangelio para llevarlo en vasos de barro para mostrar que la excelencia del poder es de Dios (2 Co. 4:7). ¿Hay alguna forma en que podamos ser un vaso de barro profesional?1

La iglesia NUNCA tuvo el propósito de ser una “organización profesional.” Dejemos que el mundo tenga todo eso.

  • La iglesia no es una corporación hábil, eficiente, con una cruz erigida en su techo. Es un
  • No buscamos del gobierno sostenimiento ni dirección del estado.
  • No buscamos el consejo de la Bolsa de Valores pidiendo sugerencias financieras. Tenemos una Cabeza, el Señor Jesucristo.
  • No nos apoyamos en ninguna organización terrenal ni en algún individuo rico para que sostenga el ministerio.

La iglesia es una entidad espiritual, edificada y sostenida por su Fundador, Jesús, que prometió que edificaría Su iglesia (Mt. 16:18).

No hace mucho tiempo que conversé con un pastor que sirve en una iglesia que tiene más de 100 años de existencia. Mientras almorzábamos, no pude dejar de notar sus hombros caídos y frecuentes suspiros. Parecía agobiado y cansado. Le pedí que describiera a la iglesia en la que había servido por muchos años. Después de una pausa y otro profundo suspiro, me miró a los ojos: “Chuck, puedo resumirla en una sola palabra: disfuncional.” Luego continuó: “El surco que se ha formado es tan profundo y tan largo, que es difícil imaginarse que yo pueda tener alguna influencia para sacarla de esa situación . . . y volver a lograr que camine.”

Al escuchar sus palabras me hallé asintiendo con simpatía. “Qué trágico,” le respondí. El gozo de aquel hombre había desaparecido. Su esperanza se estaba desvaneciendo. Sus sueños emocionados del ayer se habían convertido en repeticiones aburridas y predecibles.

Esa conversación me recuerda las palabras del ya fallecido pastor Ray Stedman respecto al momento en que cruzó la frontera de Alaska:

“Vi un letrero pintado a mano al lado de la carretera que decía: ‘Escoge tu surco con cuidado. Estarás en él por los próximas 350 kilómetros.’”

Lo mismo se puede decir de muchas iglesias. Obviamente, la preferencia sería evitar por completo el surco de la rutina. Pero, ¿qué tal si uno ya se haya atascado en ese surco, como lo estaba mi amigo pastor? Usted tiene que dar los pasos difíciles pero necesarios para empezar a salir. Trepe solo, si es necesario.

¡Pero trepe!

—Chuck

  1. John Piper, Hermanos, no somos profesionales: El mundo determina la agenda del profesional, Dios la del hombre espiritual (España: Clie, 2010), 17–18.