¿Está usted abierto al cambio? Las personas que hacen una diferencia pueden ser extendidas, tiradas, empujadas, y a menudo cambiadas. Usted lo escuchó de mí: el tradicionalismo es un dragón viejo, que intenta quitarle la vida a sus víctimas.

Así que nunca deje de luchar. ¡Cuídese de ese viejo gruñón!

Seamos cuidadosos para identificar al adversario correcto. No es la tradición en sí; sino el tradicionalismo. No estoy tratando de aclarar cosas insignificantes, sólo trato de ser exacto. El tipo correcto de tradiciones nos da raíces—una red sólida de verdades confiables en una época en la que parece no haber verdades absolutas.

Entre esas tradiciones se encuentran aquellas firmes declaraciones y principios que nos atan al madero de la verdad cuando las tormentas de incertidumbre crean ondas espantosas de cambio conducidas por vientos de duda.

Por ejemplo:

  • Creyendo en la autoridad de la Santa Escritura
  • Conociendo y amando a Dios
  • Inclinándonos ante la señoría de Jesucristo
  • Comprometiéndonos unos con otros
  • Personificando el papel de un líder con un corazón de siervo
  • Convirtiéndonos en personas que tienen y comparten un ánimo verdadero

Tales tradiciones (hay otras, por supuesto) son valiosas verdades absolutas que nos mantienen a flote en un mundo de relativismo y en una cultura saturada de incertidumbre.

Sin embargo, existe mucha diferencia entre tradición y tradicionalismo.

Por el tradicionalismo, tengo presente principalmente una actitud que se resiste al cambio, a la adaptación o a la modificación.

  • Es estar afianzado fuerte y ciegamente a una costumbre o a una conducta.
  • Es sentir sospecha de lo nuevo, lo reciente, lo diferente.
  • Es encontrar seguridad, incluso identidad, en lo familiar y por lo tanto oponiéndose a todo lo que lo amenace.
  • Es sustituir un sistema legalista por la libertad y la frescura del Espíritu—estando más preocupados por mantener reglas rígidas, hechas por el ser humano que siendo flexibles, abiertos a la creatividad y a la innovación.

Seguramente usted ya ha adivinado mi postura. Claramente, mi posición está en ser abierto, dando espacio a lo que no ha sido probado, a lo imprevisible, lo inesperado—mientras que me afianzo fuertemente a la verdad.

Créame; hay muchas personas que se sienten llamadas a decirle a otros qué hacer y qué decir. Se han auto-nombrado mitigadores de libertad que desaprueban nuevos modos y evitan que uno vuele a gran altitud. Esforzándose para encajarle en su molde.

Aquel que desee levantar el vuelo debe luchar primeramente con la neblina de la llanura que permanece principalmente sobre el pantano de la uniformidad.