Nuestro llamamiento como pastores
incluye huir. Muchas huidas.

Pienso en particular en las palabras
de Pablo en su Primera Carta a Timoteo: “Pero tú, Timoteo, eres un hombre de
Dios; así que huye de . . . (1 Timoteo 6:11, NTV).

La palabra huir viene del término griego feugo.
De allí obtenemos nuestra palabra fugitivo.
Puede sonar extraño al principio, pero los que somos llamados al ministerio
somos como fugitivos. Constantemente debemos estar huyendo del mal.

Las cartas de Pablo contienen
ciertas cosas de las cuales el hombre de Dios debe huir. De hecho, usted y yo
estaremos huyendo de estas cosas el resto de nuestros días:

  • Inmoralidad
    (1 Corintios 6:18).
  • Idolatría
    (1 Corintios 10:14).
  • Arrogancia
    y orgullo (1 Timoteo 6:3-4).
  • Codicia
    (1 Timoteo 6:6-10). Guárdese contra toda tentación de codiciar los salarios de
    sus feligreses (rara vez usted ganará tanto como ellos) o anhelar las cosas que
    ellos tienen.
  • Pasiones
    juveniles (2 Timoteo 2:22).
  • Contiendas
    (2 Timoteo 2:24). Le animo a que procure que se le conozca como persona que
    conserva la unidad del Espíritu, y no como alguien que perturba la paz de los
    santos de Dios.

Un veterano en el ministerio una vez
me dijo las cuatro cosas comunes que hacen que un ministro caiga: plata, holgazanería,
sexo y su propio yo.

Huya de estas cosas que tienen que
ver con el mal. Tal como lo oyó. ¡Huya!

Que las cosas de las cuales Dios nos
llama a huir nunca se las asocie con usted . . . o conmigo.

La próxima semana le escribiré
acerca de lo que debemos seguir.

—Chuck