Daniel 2

¿Qué parte de tu vida refleja oro… y qué parte, barro?

La estatua del sueño de Nabucodonosor no solo representa antiguos imperios; también nos representa a cada uno de nosotros. Como bien lo dijo Ronald Wallace: «Puede ser la imagen de nuestro futuro, nuestros sistemas, nuestras seguridades, nuestros pequeños imperios».

A veces, nuestra “cabeza” brilla como el oro: reputación, logros, carisma, experiencia, liderazgo. Pero los “pies” —hábitos ocultos, motivos secretos, decisiones en la soledad— pueden ser una mezcla frágil de hierro y barro.

Dios no se impresiona por la corona si el fundamento es débil. No se deja llevar por la apariencia, sino que busca integridad. Y la integridad no se construye desde arriba, sino desde abajo: desde lo que nadie ve, desde lo que solo Él conoce.

La Palabra lo dice con claridad:

«Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida» (Proverbios 4:23, NBLA).

«Tú deseas la verdad en lo más íntimo, y en lo secreto me harás conocer sabiduría» (Salmo 51:6, NBLA).

— Jesús lo explicó con esta parábola:  «Por tanto, cualquiera que oye estas palabras Mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia, vinieron torrentes, soplaron vientos y azotaron aquella casa; pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca. Y todo el que oye estas palabras Mías y no las pone en práctica, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. Cayó la lluvia, vinieron torrentes, soplaron vientos y azotaron aquella casa; y cayó, y grande fue su destrucción» (Mateo 7:24–27, NBLA).

— Pablo lo resume así: «Porque nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo» (1 Corintios 3:11, NBLA).

La pregunta, entonces, no es cuán brillante parece tu cabeza, sino cuán sólido es el piso donde se apoya tu vida.

Dios no quiere derribar tu historia; quiere sustituir lo falso por lo eterno. Su gracia no humilla, sino que sana. Te invita a examinar tus motivos, a simplificar tu vida, a confesar lo torcido.

La santidad no es apariencia; es coherencia entre lo que dices y lo que vives cuando nadie te aplaude. El Reino de Dios no se edifica sobre doblez, sino sobre verdad. No se sostiene con mezcla, sino con pureza. Hoy, Dios no quiere destruir lo que has construido, sino reemplazar lo falso con lo eterno.

La piedra viene… no para derribarte, sino para invitarte a construir sobre el monte. Así que hoy, baja a los pies de tu estatua. Revisa tus ritmos, lo que consumes, cómo tratas a tu familia, cómo manejas tus finanzas, cómo está tu vida de oración. Pídele al Espíritu que haga cirugía en lo oculto… y que te establezca sobre la Roca.

Antes de presumir tu cabeza de oro, examina tus pies de barro. La integridad comienza donde nadie ve… pero donde Dios siempre está.

Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.