Todo el tiempo que he estado en el ministerio le he pedido al Señor un equilibrio entre un corazón tierno y una piel dura. No es un equilibrio fácil. A decir verdad, lo último es más difícil de cultivar que lo primero. A fin de dedicarse por completo al ministerio, la tarea número uno es tener un corazón tierno. El reto es cultivar una piel dura.

Los que estamos en el ministerio somos blancos grandes. ¡Servimos de excelentes pararrayos! ¿Sabe lo que quiero decir? Somos lo mismo para la crítica. Todo pastor apasionado, todo líder cristiano, y todo autor cristiano que conozco puede mencionar una letanía de cosas que se han dicho o hecho en su contra; la mayoría de ellas injustamente.

Pocos manejan bien la crítica; pero todos concordaríamos en que hubo un hombre que lo manejó con gracia y agallas. En Hechos 24 Pablo está en el banquillo de los acusados ante el gobernador Félix mientras que un leguleyo llamado Tértulo dogmatiza algunas acusaciones inventadas. Al leer en este capítulo, uno nota que Pablo espera que el humo se aclare y luego con calma se levanta para presentar su defensa. Las palabras de Pablo ilustran siete maneras para mantener un corazón tierno y una piel dura al soportar la crítica. Mencionaré las primeras dos y dedicaré el blog de la próxima semana a las cinco restantes.

Número uno: Pablo se negó a dejarse atrapar por la emoción de las acusaciones. Ese es el primer error que por lo general cometemos, ¿verdad? Todo en nuestro ser preferiría desquitarse, protestar, defendernos, criticar, o simplemente escaparnos. Pablo se niega a reaccionar de manera exagerada. Su línea de apertura es encantadoramente agradable: “Con buen ánimo haré mi defensa.”

¿Con buen ánimo? ¡A estas alturas el hombre debería haber estado soberanamente enfurecido! Aunque se les había rotulado “una plaga y capo de una secta” (véase Hch. 24:5), Pablo con gracia reconoce la oportunidad de presentar su defensa. Rehusando permitir que las emociones tomen el timón, se mantiene bajo control y cortés.

Cuando nos rebajamos a las emociones súper cargadas de los acusadores, nuestra cólera se desata. Cuando eso ocurre, el pensamiento racional da lugar a respuestas irracionales y palabras impulsivas. Pablo no hizo eso; ni debemos nosotros.

Número dos: se mantuvo dentro de los hechos. Él dijo, en efecto: “Puedes verificar mi historial. Hace doce días que subí a adorar. Puedes preguntarle a los que estaban allí.” Informó: “y no me hallaron disputando con ninguno, ni amotinando a la multitud; ni en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad; ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan” (Hch. 24:12–13).

El apóstol ni siquiera pestañeó. Con calma mantuvo su posición con hechos obstinados. Esa estrategia no sólo le mantuvo en el blanco, sino que mejoró su credibilidad a ojos del gobernador Félix.

¿Qué, de usted? ¿Cómo enfrenta los comentarios cáusticos, aquellas opiniones descomedidas que se hacen en su cara o, peor, a sus espaldas? ¿Cuando un feligrés se burla de su enseñanza sobre el papel bíblico de los padres, cuando aquella pareja en un grupo pequeño cuestiona toda decisión que usted toma, cuando halla que otro creyente (o colega pastor) que usted pensaba que era su amigo ha estado esparciendo rumores sobre usted, cómo responde?

¿Es usted resistente y tierno, o se vuelve quebradizo y amargado?

—Chuck