Uno de los evangelistas más eficaces que jamás he conocido fue un hombre que tenía una gasolinera en el estado de Massachusetts. Jamás pasó un solo día en el seminario, ni tomó ningún curso en algún instituto bíblico, pero su Biblia estaba bien gastada y abierta cerca de su registradora. Con regularidad trataba con las almas que venían a su negocio. Ahora ha cambiado de lugar, pero usted puede estar seguro, que él sigue siendo un testigo fiel.

Este hombre no se dedica a minucias cuando habla del evangelio. Se concentra en la vida de Cristo, la esperanza de la vida eterna por fe en el Señor Jesucristo, y luego permite que el Señor haga su obra para producir resultados. Con maravillosa sabiduría y amor presenta el mensaje más atractivo y alentador de vida eterna. Con el correr de los años, cientos de personas han llegado a conocer a Cristo en esa gasolinera, gracias a este hombre consistente que deja a Dios los resultados.

Qué alivio fue el día en que Dios me convenció de que Él no me considera responsable por la respuesta que la gente da al evangelio. Él nos considera a usted y a mí responsables por dar y poner en práctica el evangelio; lo que alguien hace con eso es asunto de Dios.

Piense en el ladrón en la cruz junto a la de Jesús. Si alguna vez hubo una conversión al borde de la muerte, fue esa. El ladrón vivió toda su vida como pecador. Colgado en esa cruz con la sangre corriéndole de las manos y los pies, dijo: “Señor, acuérdate de mí.” Usted sabe de memoria la respuesta de Jesús: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).

En esta escena presenciamos el cambio de la muerte por la vida. El diálogo nos enseña tres verdades importantes en cuanto a la conversión.

1. Nadie ha ido demasiado lejos como para convertirse a Cristo. ¿Puede usted pensar en alguien a quien usted ya ha descartado? “Oh, esa persona jamás vendrá a Cristo. He tratado todo lo que sé para ganarla, y ella jamás va a responder.” Cuando se sienta tentado a pensar que alguien ya está más allá del alcance de la gracia, recuerde al criminal en la cruz.

2. Su vida consagrada es la herramienta más efectiva para la evangelización. Sócrates llamó a las palabras “cosas necias.” Nunca he visto eso más pronunciado que cuando algunos fuerzan un testimonio con palabras. El mensaje real es su vida. Cuando su vida atrae la atención de los que están espiritualmente perdidos, usted tendrá suficiente prueba para respaldar las palabras que usa. Deje que Dios obre en las vidas de ellos tanto como en la suya. Cuando Él lo hace, se asombrará al notar que Él le da las palabras apropiadas . . . en el momento preciso.

3. Todo lo que Dios requiere y acepta es la fe sencilla. ¿Qué cualificó al ladrón para el cielo? No tuvo que realizar ninguna buena obra para ganarse el cielo. De ninguna manera demostró que era digno de la vida eterna. Así que, ¿qué hizo él para recibir la vida eterna? ¿Qué es lo que acepta Jesús? Fe; fe sencilla, sin adulteración, sin demostración, en el Cristo vivo. Eso es todo lo que Dios requiere, y eso es todo lo que podemos ofrecer cuando proclamamos a Cristo.

Como mi amigo en esa gasolinera, esté siempre listo para hablar de la maravillosa verdad de lo que Dios ha hecho por usted, en toda oportunidad que Dios provea; no simplemente desde el púlpito. Dios le dará las palabras de vida para decirlas a otros justo en el momento preciso.

—Chuck