Es simplista decir que la única batalla que tiene lugar en el mundo de hoy es la guerra contra el terrorismo, aunque eso es lo que el enemigo de nuestras almas quiere que creamos. A él le encantaría que nos preocupemos por las luchas físicas y que dejemos de lado el conflicto espiritual que ruge todos los días de nuestra vida.

Como pastor, usted sabe más que muchos que peleamos en el frente de batalla de una guerra invisible; pero nuestros rebaños tal vez no se den cuenta de eso. Ellos tal vez hayan sido tomados como rehenes y no lo saben. Tal vez estén heridos, pero nadie lo nota porque no están desangrándose. La criatura espiritual más sedienta de sangre, más perversa, en la tierra, nuestro adversario el diablo, libra una guerra sin sangre, invisible, contra usted, su familia, su rebaño, y toda otra persona que ha sido redimida por la sangre del Cordero de Dios.

El apóstol Pablo conocía bien este conflicto, y escribió al respecto a menudo:

Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas (2 Corintios 10:3–4).

Libramos una batalla, no por nuestros cuerpos, sino por nuestras mentes. Ahora bien, no piense de la mente simplemente como un cerebro dentro del cráneo. Piense de la mente como la persona interior, con emociones, voluntad e intelecto, todo conectado. Incluye la manera en que pensamos y la forma en que reaccionamos a la vida.

Es en estos aspectos vulnerables que Satanás trabaja. Batalla por medio de las personas o sin personas; batalla en los sucesos, en la depresión, en el éxito o en el fracaso. Batalla en el dinero o en la pobreza. Está constantemente trabajando, decidido a destruirnos.

¿Por qué desprecia él al pueblo de Dios y pelea tan insidiosamente contra nosotros? La respuesta es que lo consume el odio contra la misión de Cristo. Sabiendo que no puede derrotarla, debido a que las puertas del infierno no lo lograrán, Satanás juega un perverso juego de ajedrez espiritual. Él sabe que está condenado, pero se llevará hasta su último hombre si puede. Sabe que Cristo ya ha ganado, pero no se va a dar por vencido sin pelear.

Así que, ¿qué debemos hacer? ¿Cómo peleamos con un enemigo así? Puedo pensar de dos maneras.

1. Identifique las tácticas del enemigo. Mire 2 Corintios 2:11: “. . . para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones.” Uno de los trucos más astutos del enemigo es hacerle pensar que usted está escuchando su propia voz en su cabeza, cuando en realidad es él quien está trabajando. La próxima vez que usted se sienta desalentado o tentado, examine cada pensamiento de acuerdo a la palabra de Dios (1 Juan 4:1). El engaño se lo nota mejor cuando se lo sostiene contra la verdad.

2. Defiéndase en Cristo. Podemos defendernos contra las maquinaciones del enemigo “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5). ¡No le parece un gran versículo! Puesto que Satanás hace de nuestra mente su campo de batalla, nuestra mejor defensa es someter nuestros pensamientos a Jesucristo y pedirle que Él nos guarde y nos proteja. Cuando nos rendimos a Cristo, Él se hace cargo, y Satanás huye. Yo llevo esto a la práctica en mi propia vida diciéndole a Dios con regularidad: “Señor: te necesito en este momento; hazte cargo de esto. Necesito tus pensamientos, tu fortaleza, tu gracia, tu sabiduría, y tus mismas palabras. Protégeme del temor. Tenme cerca. Hazme atravesar este tiempo tormentoso.” Él lo hará; Él le hará atravesar todo, en victoria.

Nosotros, tanto como nuestras familias y rebaños, enfrentaremos muchas escaramuzas este año, tanto en público como en privado. Pero no hay razón para temer; Jesucristo ya ha ganado nuestra guerra espiritual. Le presento hoy el reto de avanzar valientemente y apropiarse de la victoria que es suya en Jesucristo. No preste atención más a los juegos mentales del enemigo.

¡Atrevámonos a vivir valientemente!

—Chuck

One Comment

Comentarios cerrados.