Permítame que le haga dos preguntas—de pastor a pastor.
Primero: ¿Qué hace que el riesgo sea tan difícil para usted? Sea dolorosamente honesto al contestar esta pregunta. Haga a un lado la niebla de sus pensamientos. Limpie las ortigas y las vides de tradición o vicios o simplemente de pereza. El cambio, para la mayoría de las personas, es increíblemente desafiante. Es un riesgo caminar con el Señor, y todo lo que está dentro de nosotros, cuando nos fiamos en nuestro entendimiento, nos grita: "Deja todo como está. Déjalo en paz. Para que arreglar lo que no está roto".
Pero a veces algunas cosas necesitan ser arregladas aunque no estén rotas. A veces necesitamos un cambio grande de dirección, no necesariamente porque estemos en la dirección equivocada—sino simplemente porque no es la dirección de Dios para nosotros. Dios nunca desea que sustituyamos lo bueno por lo mejor.
Ahora, aquí está mi segunda pregunta: ¿Está dispuesto a hacer un cambio grande en su vida—asumiendo que esa es la voluntad del Señor? No estoy convencido de que el verdadero problema sea saber, "¿Qué es lo que Dios desea que yo haga?" sino, "¿Estoy dispuesto a hacerlo una vez que Él me lo revele?"
Antes de continuar con su día, antes de continuar trabajando en su sermón, antes de contestar otra llamada telefónica o correo electrónico. . . le insto a que pare y que conteste estas dos preguntas.
De lo contrario no creo que esté listo para seguir adelante.
—Chuck