Sea desde afuera o desde dentro de la iglesia, el adversario no se detendrá en nada al tratar de trastornar y desmantelar el cuerpo de Cristo; pero estas luchas no son el fin del pueblo de Dios. Por el contrario, son nuestras oportunidades para aplicar principios y prioridades bíblicas: las únicas soluciones a los retos que enfrentamos.

Debemos mantener nuestros dedos en las páginas de las Escrituras como un barco amarrado al muelle en una tormenta rugiente. En tanto que no adoramos las letras impresas en la página, el papel y la tinta nos llevan al conocimiento de Aquel a quien adoramos: Jesús, nuestro Maestro y Salvador.

Debemos mantenernos de rodillas. Como escribí la semana pasada, la oración es una interferencia radical con el estatus quo. Es el medio por el que Dios concede poder a los que se apoyan en Él. Esta dependencia nunca cambia. Incluso un hombre de sesenta y tantos años que había estado predicando fielmente por años, el apóstol Pablo, continuaba andando en un estado de dependencia en Dios. Uno no puede menos que encantarse con la humildad de Pablo.

Dedíquense a la oración con una mente alerta y un corazón agradecido. Oren también por nosotros, para que Dios nos dé muchas oportunidades para hablar de su misterioso plan acerca de Cristo. Por eso estoy aquí en cadenas. Oren para que pueda proclamar ese mensaje con la claridad que debo hacerlo. (Colosenses 4:2–4)

No hay ninguna pretensión en Pablo. Ningún grado de éxito o número de años en el ministerio le dieron un falso sentido de realización máxima. Sabía que no había llegado. Seguía dependiendo del Espíritu de Dios. Y así, con un corazón genuinamente agradecido, ruega las oraciones de sus hermanos creyentes. ¿Puede usted ver el poder de esa actitud? Muy refrescante en el primer siglo, y muy rara en el siglo veintiuno. ¡Con razón el hombre hizo un impacto tan duradero por Cristo! El Señor honró y bendijo el ministerio de Pablo porque él practicó la oración y promovía la Palabra de Dios.

En lugar de apuntalar el sistema del mundo, Dios nos señala en otra dirección. Es un camino de vida que no marca el paso del mundo y sin embargo no está distante de los que están en el mundo.

La iglesia primitiva no le pidió a Dios que bendijera sus artimañas. Así que la iglesia de hoy no necesita trucos para atraer a la gente; necesita pastores que dirijan con oración, la verdad bíblica predicada con pasión y un cristianismo que se pone en práctica de manera auténtica.

—Chuck