¿Cuándo usted ora, siente como si estuviera mirando hacia arriba desde el fondo de una larga escalera? La luz está apagada, y aunque hace todo lo posible para llamar la atención y obtener una respuesta, nada sucede.
Usted no está solo. Muchas almas en este momento están lidiando con el silencio divino. Probable se sepa la historia de memoria. Una tragedia ocurre.
Clamamos por ayuda, pero en vez de respuestas, nada pasa.
Un cónyuge que ha estado durante años de repente empaca y se va. El que se queda atrás, encarando lo que parece ser una lista interminable de responsabilidades, se acerca a Dios para que Él intervenga—y para obtener su consoladora paz—solo para encontrar silencio. ¡Ese silencio atroz!
Una enfermedad persistente devora día tras día su cuerpo y alma. Pareciera que ninguna oración es efectiva. Mientras que el silencio ensordecedor continúa, el dolor se intensifica.
Aunque usted no lo crea, Dios habla aun en ese silencio. ¿Cómo? “Los cielos proclaman la gloria de Dios” (Salmos 19, NTV).
¿Qué quiere decir esta gran canción acerca de esos tiempos angustiadores de silencio?
Sin tener que decir una sola palabra, el cielo declara los atributos divinos de Dios: Su poder creativo, Su control soberano, Su constante fidelidad, solo para nombrar algunas.
En respuesta, oramos Salmos 19:14:
Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Señor, Roca mía, y Redentor mío. (LBLA)
Cada día, al asolearse bajo el sol de Su presencia, clame Su mensaje a usted.
Agradézcale por Su poder que mantiene las estrellas en su lugar, Su control que mantiene los planetas en su curso y Su fidelidad que le saluda cada amanecer.
Permita que las "palabras de su boca" y la "meditación de su corazón" se enfoquen en lo que es cierto acerca de Dios, y Él ya no se sentirá distante o silencioso .
-Chuck