Los cristianos tenemos mucho más en común con los soldados de lo que jamás hubiéramos imaginado. Los soldados no se enlistan para protegerse a sí mismos sino para resguardar los intereses de su patria.
En medio de la batalla no hay tiempo para el ego o para los delirios de grandeza. Lo único que importa es seguir las órdenes del líder. Eso me recuerda las palabras de Pablo a Timoteo:
“Soporta el sufrimiento junto conmigo como un buen soldado de Cristo Jesús. Ningún soldado se enreda en los asuntos de la vida civil, porque de ser así, no podría agradar al oficial que lo reclutó” (2 Timoteo 2:3-4).
Claro está que también existe un deseo intangible que motiva al soldado: ese deseo de regresar a casa. Un soldado no es solo un hombre o una mujer militar. También es. . .
- un hijo
- una hija
- un padre
- una madre
- un esposo
- una esposa
De igual manera, los soldados de Cristo deseamos estar en casa con Dios.
Nunca olvidaré varias lecciones valiosas que aprendí mientras servía en la infantería de marina. Entre ellas, hay dos que sobresalen.
Primero, hay ideas por las cuales vale la pena luchar y hasta morir por ellas. Para nosotros los cristianos, el Evangelio es un legado por el cual luchamos y morimos, si es necesario. Como siervos del Evangelio, seguimos adelante en medio de los pesares de este mundo con la mira en el hogar celestial, y en el autor y consumador de nuestra fe, Jesucristo.
Segundo, siempre hay que cavar trincheras lo suficientemente grandes para dos personas. ¿Por qué? Porque, así como siempre se necesita un compañero en la batalla, también lo necesitamos en la vida. Una de las primeras mentiras presentadas por nuestro adversario, el diablo, es intentar aislar y engañar a la humanidad haciéndole pensar que puede vivir de manera independiente.
¿De veras? Dios no nos ha llamado a sentarnos solos en la trinchera, esperando que llegue el rapto; sin ser mentor para alguien o sin testificarle a nadie. Eso sería ilógico. En contraste con la perspectiva secular, nosotros sí somos el guarda de nuestro prójimo. Como soldados cristianos, nunca peleamos solos.
Como cristianos, hemos recibido órdenes específicas de nuestro Comandante en jefe: Hacer discípulos (Mateo 28:19-20).
La batalla, estimados amigos, aún no ha terminado. Como soldados de Dios, todavía hay mucho más ministerio por delante. Aún no hemos llegado a casa.
- Avanzamos adelante, sabiendo que no luchamos contra el mundo visible, el mundo de la carne y la sangre, sino contra los gobernantes y las autoridades del mundo invisible (Efesios 6:12).
- Estamos animados por la seguridad de Jesús de que las puertas del Hades no pueden ni prevalecerán contra Su iglesia (Mateo 16:18).
- Seguimos con valentía, sabiendo que lo que el apóstol Pablo proclamó es verdad: "Vivir es Cristo y morir es ganancia" (Filipenses 1:21).
No olvide sus órdenes específicas. . . la gran comisión. Y nunca olvide que estamos aquí para pastorearle, para animarle, para ayudarle en su conocimiento bíblico hasta que lleguemos a nuestro hogar eterno .
-Chuck