La mediocridad se está convirtiendo rápidamente en el sinónimo de nuestros tiempos. Cada excusa imaginable ahora es utilizada para hacer cosas aceptables, y se prefieren. Los cortes presupuestales, las fechas topes, opinión de la mayoría y el espíritu práctico están haciendo a un lado a la excelencia.
Esas fuerzas parecen estar ganando la carrera. Aún en los pastores. Los promedios de la incompetencia y el statu quo son sostenidos como todo lo que ahora podemos esperar. La tragedia es que cada vez más personas lo han aceptado. ¿Para qué preocuparse sobre cosas menores? ¿Para qué molestarse con lo genuino cuando lo artificial se ve tan real? ¿Si la congregación lo acepta, para qué me preocupo?
Para hacerlo dolorosamente sencillo, ¿para qué pensar claramente si muchos en el ministerio quieren que otra persona piense por ellos? ¿Para qué vivir de forma distinta en una sociedad donde es mucho más fácil verse igual y nadar río abajo? ¿Para qué luchar tan ferozmente cuando a muy pocos parece importarle? ¿Para qué pararse valientemente arriesgándose al ridículo, a los malentendidos, y a ser considerado un soñador para algunos y un tonto para otros?
En realidad ¿Para qué? Para citar al joven David poco antes de vencer a ese gigante filisteo en el valle de Ela, "¿Qué no hay una causa?" ¿Debemos esperar a que alguien más instituya nuestro estándar o establezca nuestro ritmo? ¡De ninguna manera! Es mi firme convicción que los que impactan y transforman al mundo son aquellos que están comprometidos a vivir por encima del nivel de la mediocridad. Todavía hay muchas oportunidades para la excelencia, demasiada demanda para ser distintivos, para estar satisfechos con tan solo seguir adelante.
La excelencia en el pastorado es un concepto difícil de comunicar porque puede ser fácilmente mal entendido como un perfeccionismo neurótico o una sofisticación altanera. Pero no es ninguno de estos. Al contrario, es el material de la verdadera grandeza. Es la diferencia entre tan sólo seguir en pie o levantar el vuelo—es aquello que distingue lo significativo de lo superficial, lo eterno de lo temporal, lo atractivo del entretenimiento.
Un compromiso a la excelencia no es ni popular ni fácil. Pero es esencial. La excelencia en la integridad y en la moral así como en la ética y la escolaridad. La excelencia en el estado físico y en el fervor espiritual tanto como en la excelencia en las relaciones personales y en la predicación.
Debido a que a fin de cuentas es el Señor vivo quien valora nuestra excelencia, es Él a quien debemos complacer y servir, honrar y adorar.
—Chuck
Es facil caer en lo que ud. identifica como perfeccionismo neurotico o sofisticacion altanera, cuando de buscar la excelencia se trata. Conozco casos de personas para los cuales la busqueda de la excelencia se volvio una atadura, una esclavitud. Yo soy del parecer que a Dios debemos procurar siempre serle agradables y nunca perder de vista al Autor y consumador de la fe, para no caer en el error de estar corriendo en vano.