¿Está abierto al cambio?

Las personas que hacen una diferencia pueden ser extendidas, tiradas,
empujadas, y a menudo cambiadas. Usted lo escuchó de mí: el
tradicionalismo es un dragón viejo, que intenta quitarle la vida a sus
víctimas. Así que nunca deje de luchar. ¡Cuídese de ese viejo gruñón!

Seamos cuidadosos para identificar al adversario correcto. No es la
tradición en sí; sino el tradicionalismo. No estoy tratando de aclarar
cosas insignificantes, sólo trato de ser exacto. El tipo correcto de
tradiciones nos da raíces—una red sólida de verdades confiables en una
época en la que parece no haber verdades absolutas.

Entre esas tradiciones se encuentran aquellas firmes declaraciones y
principios que nos atan al madero de la verdad cuando las tormentas de
incertidumbre crean ondas espantosas de cambio conducidas por vientos de
duda. Por ejemplo: creyendo en la autoridad de la Santa Escritura,
conociendo y amando a Dios, inclinándonos ante la señoría de Jesucristo,
comprometiéndonos unos con otros, personificando el papel de un líder
con un corazón de siervo, y convirtiéndonos en personas que tienen y
comparten un ánimo verdadero. Tales tradiciones (hay otras, por
supuesto) son valiosas verdades absolutas que nos mantienen a flote en
un mundo de relativismo y en una cultura saturada de incertidumbre.

Sin embargo, existe mucha diferencia entre tradición y
tradicionalismo. Por el tradicionalismo, tengo presente principalmente
una actitud que se resiste al cambio, a la adaptación o a la
modificación. Es estar afianzado fuerte y ciegamente a una costumbre o a
una conducta. Es sentir sospecha de lo nuevo, lo reciente, lo
diferente. Es encontrar seguridad, incluso identidad, en lo familiar y
por lo tanto oponiéndose a todo lo que lo amenace. Y si me permite uno
más, es sustituir un sistema legalista por la libertad y la frescura del
Espíritu—estando más preocupados por mantener reglas rígidas, hechas
por el ser humano que siendo flexibles, abiertos a la creatividad y a la
innovación.

Seguramente usted ya ha adivinado mi postura. Claramente, mi
posición está en ser abierto, dando espacio a lo que no ha sido probado,
a lo imprevisible, lo inesperado—mientras que me afianzo fuertemente a
la verdad. Créame; hay muchas personas que se sienten llamadas a
decirle a otros qué hacer y qué decir. Se han auto-nombrado mitigadores
de libertad que desaprueban nuevos modos y evitan que uno vuele a gran
altitud. Esforzándose para encajarle en su molde.

Aquel que desee levantar el vuelo debe luchar primeramente con la
neblina de la llanura que permanece principalmente sobre el pantano de
la uniformidad.

—Chuck