Nunca olvidaré una crítica que me hizo un hombre, y que me ayudó casi como lo mejor que jamás he oído.
Yo estaba a punto de graduarme en el seminario. Había terminado los mejores cursos de teología, griego, hebreo y homilética; es decir, estaba completamente preparado para la vida y el ministerio. (¡Sí, cómo no!). Pero, todavía me quedaba algo esencial por aprender.
Nunca olvidaré las palabras de este hombre. Me miró directo a los ojos y dijo: “¿Sabes, Chuck? Tú tienes un gran sentido del humor . . . pero a menudo es a costa de otro.”
Eso dolió, pero era verdad.
Cuando uno tiene un sentido del humor, y puede añadir una pequeña pulla con un ápice de mordacidad o sarcasmo, por lo general se logra una mejor risotada. Pero por lo general hay uno que no se ríe. Es la persona que recibe el aguijonazo de la broma. Hubo un tiempo en que esa persona era mi esposa, Cynthia. El hombre que me hizo la crítica había visto que yo hacía esto, y se interesó lo suficiente para decir algo. De muchas maneras, salvó mi matrimonio.
Por diez años Cynthia y yo atravesamos tiempos difíciles, muy difíciles. Ella sentía que yo no la valoraba. Eso debilitó mi relación con mi esposa, principalmente porque yo no me dejaba enseñar. Yo no me daba cuenta del tesoro que tenía en esta mujer, que no sólo era mi esposa, sino también mi mejor consejera y mejor amiga.
En los años que siguieron, ni siquiera puedo contar las veces en que he estado agradecido por las veces cuando le hice caso a mi esposa; y tampoco puedo contar las veces que lamento no haberle hecho caso.
¿Quién más está en mi esquina que la mujer con quien me casé? ¿Quién quiere verme triunfar más que ella? ¿Quién más me habría aguantado por cincuenta y tres años? Nadie.
Así que, ¿por qué a veces pienso que ella no está de mi parte? El adversario ocasionalmente trata de convencerme de eso. Y él hace lo mismo con usted, estoy seguro.
No le den lugar a eso, amigos.
La mujer con quien nos casamos es una de las personas más brillantes del planeta. Ella nos conoce mejor que cualquiera. Necesitamos valorarlas; lo que quiere decir, hacerles caso.
–Chuck