Hace muchos años, cuando serví en el extranjero como soldado de infantería de marina, tuve un compañero de cuarto que se llamaba Eddie. En cuanto él supo que yo era cristiano, me dijo: "Oye, quiero decirte algo. Yo no vine a Okinawa para ser evangelizado. Así que mantente a distancia
de mí, ¿Está bien?"

"Claro, no hay problema," le contesté. Así que me acosté en mi litera, pensando en la manera en que podría conseguir que Eddie se interesara en el Señor Jesús. Un día le dije: "Oye Eddie, ¿Podrías
ayudarme con algunos de estas palabras?” Le di aproximadamente cuarenta de mis tarjetas
de memorización de versículos, y dije: "a ver si puedo hacer esto". Estos versículos eran como Juan 3:16 y otros versículos que hablan de la salvación. Así que empecé: "Porque de tal …"

"manera", respondió Eddie impacientemente.

"Ah, sí," contesté, "Porque de tal manera. . ."

"¡Amó!"

"Sí, sí, eso es". "Porque de tal manera amó Dios al mundo". Repasamos docenas de versículos como ese.

Treinta años después. . . el teléfono de mi estudio resonó.

"¿Qué hay de nuevo?"

Y dije: "Este sólo puede ser Eddie".

"Sí," Eddie contestó, "Oye, ¿te acuerdas de aquel truco que me jugaste en Okinawa? Bueno, ¡funcionó! Ahora amo a Jesús."

¡Qué bueno es Dios! ¿Verdad? El poder de la Palabra de Dios nunca deja de asombrarme. El
profeta Isaías lo documentó de esta manera:

Porque como descienden de los cielos la lluvia y la nieve,
Y no vuelven allá sino que riegan la tierra,
Haciéndola producir y germinar,
Dando semilla al sembrador y pan al que come,
Así será mi palabra que sale de mi boca,
Y no volverá a mí vacía
Sin haber realizado lo que deseo,
Y logrado el propósito para el cual la envié. (Isaías 55:10-11)

La Palabra de Dios nunca regresará vacía. Siempre servirá un propósito—principalmente en las vidas de aquellos que la digieren, que la aplican, que la memorizan, que meditan en ella, que reflexionan en ella, que la declaran, y que por la gracia de Dios, la viven.

Ese es nuestro llamado. La Palabra de Dios nunca regresará vacía.

—Chuck