La iglesia local ha empezado a asumir la sombra alargada de un negocio; y la iglesia no tiene ningún negocio en ser un negocio. Típicamente, la iglesia no es una corporación. No se halla la palabra junta en las Escrituras. Ese es un término corporativo. Tampoco se hallará la palabra presidente. ¡Tenemos que tomar estas cosas muy en serio!

Así que permítame animarle a hacer algo de trabajo original respecto al papel de los pastores, ancianos y diáconos en la iglesia. Pero asegúrese de estudiar en el Nuevo Testamento, porque no había iglesia en el Antiguo Testamento. No podrá empezar sino hasta Hechos 2; allí es donde la iglesia empieza. Hechos nos da un modelo de la iglesia, pero no habla de cómo la iglesia está ordenada, lo que nosotros a menudo decimos «gobierno de la iglesia» (ese es otro término corporativo). Apocalipsis tampoco trata del asunto. Usted y yo tenemos que ser buenos estudiantes de las cartas de Pablo si esperamos entender a la iglesia.

Cuando uno acude a las Escrituras, descubre lo único que es la iglesia. La iglesia no es una extensión del estado. La iglesia no es un distrito político. La iglesia no se parece a una corporación, ni debería parecerse. La iglesia es una asamblea local compuesta de los que creen en Jesucristo.

¿Y los líderes de la iglesia? Nosotros somos siervos. A nadie se le eleva por encima del nivel de siervo. A nadie. El pastor principal es un líder servidor. Lo mismo los demás ministros. Los diáconos y ancianos deberían ser personas con corazón de siervo. Mientras mejor el siervo, mejor el líder.

Como pastor, su papel es equipar a los santos para la obra del ministerio. Ese es su objetivo. Usted debe edificar las vidas de los creyentes. Por cierto que usted hace evangelización, pero ese no es su objetivo principal. Su propósito principal, según lo da Dios, se establece en Efesios 4:12: “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.” Usted está regularmente ayudando al cuerpo a ahondar y a pensar más ampliamente y con más visión en cuanto a un mundo que ha perdido su camino. Su rebaño necesita que usted lo equipe para eso. Dios le ha llamado a eso.

John Piper escribió un penetrante volumen que usted debería comprar, titulado, Brothers, We Are Not Professionals (Hermanos: No Somos Profesionales). Permítame concluir este ensayo con unas pocas palabras de Piper:

A nosotros los pastores nos está matando la profesionalización del ministerio pastoral. La mentalidad del profesional no es la mentalidad del profeta. No es la mentalidad del esclavo de Cristo. [¡Me encanta eso!]. El profesionalismo no tiene nada que ver con la esencia y corazón del ministerio cristiano. Mientras más profesionales anhelamos ser, más muerte espiritual dejamos a nuestro paso. Porque no hay más semejanza de niño profesional (Mt. 18:3); no hay ternura de corazón profesional (Ef. 4:32); no hay anhelo profesional de Dios (Sal. 42:1). Pero nuestra primera ocupación es anhelar a Dios en oración. Nuestro negocio es llorar por nuestros pecados (Stg. 4:9). ¿Hay llanto profesional? Nuestro negocio es esforzarnos hacia la santidad de Cristo y el galardón del supremo llamamiento de Dios (Flp. 3:14); golpear nuestros cuerpos y subyugarlos para que no seamos desechados (1 Cor. 9:27).1

Buenas palabras.

—Chuck