Cuando el trigésimo cuarto presidente de los Estados Unidos de América, Dwight D. Eisenhower, empezó su administración, él instruyó a sus ayudantes y a su secretario ejecutivo que solo debía de haber dos pilas de papeles colocados en su escritorio en el Despacho Oval de la Casa Blanca. La primera pila sería para las cosas urgentes, y únicamente lo muy urgente. La otra debería de ser para las cosas importantes, y únicamente lo muy importante. Años después él dijo que es muy interesante que tan rara vez las dos columnas eran la misma. Él tenía razón.

El conflicto entre lo urgente y lo importante es ineludible. ¡Qué fácil es confundir las dos cosas! Comúnmente pensamos que al permanecer ocupados y trabajando arduamente estamos tratando con las cosas importantes. Pero ese no es necesariamente el caso. Aquellas cosas que son más urgentes raramente representan las cosas más importantes. Y ahí está la razón por la cual tantas personas hoy en día sienten tan poca satisfacción después del arduo y largo trabajo cotidiano.

Esa frustración no está presente únicamente en el mundo en el que vivimos, sino también está más que presente en las iglesias que pastoreamos. Cuando sustituimos lo urgente por lo importante en la iglesia de Jesucristo, ponemos el énfasis en el trabajo, la actividad, la participación, el hacer, el producir, el impresionar y el lograr. Pero eso nos deja sintiéndonos vacíos por dentro. El agotamiento reemplaza la satisfacción. Además, deja el aroma del mundo secular en el que vivimos. ¿Quién sabe cuántas personas han rechazado al cristianismo porque en lugar de encontrar al Dios vivo y verdadero han encontrado en su iglesia un substituto secular?

Tengo la convicción de que esto explica por qué tantas actividades en tantas iglesias se han apartado del ingrediente esencial que hace una iglesia extraordinaria en esta sociedad postmodernista: la alabanza.

Cuando miramos la vida con una perspectiva horizontal, lo urgente pasa a primer plano. Es fuerte. Es popular. Es productivo. Es impresionante. Los puntos culminantes horizontales de toda la humanidad. . . son cosas como el logro humano, la importancia humana, la lógica humana, el significado humano, la opinión humana, la eficiencia humana, los resultados humanos. Nos quita el tiempo y demanda nuestra atención. Al escuchar el grito de aquella tiranía siempre presente, la reacción más natural que demostramos es la de rendirnos, dándole nuestra máxima prioridad. ¡Después de todo, es urgente! Y estamos demasiado familiarizados con su voz.

Sin embargo, las cosas importantes son diferentes. Son calladas y profundas. Son verticales en su perspectiva. Destacan las cosas de Dios: la Palabra de Dios, la voluntad de Dios, el plan de Dios, el pueblo de Dios, la manera de Dios, la razón por la que Dios quiere que vivamos, la gloria de Dios y el honor de Dios. Y ¿Cuál es el objetivo de todo esto? La alabanza a Dios.

El objetivo fundamental de una iglesia que está comprometida con las cosas importantes, en lugar de con las cosas urgentes, es el desarrollo y cultivo de un cuerpo de adoradores cuyo único énfasis está en el Señor nuestro Dios. ¿Es ese el objetivo de su iglesia?

—Chuck