En las entradas que siguen, quiero decirle lo que yo llamo “las marcas de un mentor.” Estas son las características que he descubierto en individuos que dejan una impresión positiva, duradera, en las vidas de otros.

Ya le he presentado a dos de mis mentores, en mis dos artículos previos. Estos hombres, junto con muchos otros, han marcado permanentemente mi vida con la presencia de sus vidas. No simplemente sus palabras; sus vidas.

¿La primera marca de un mentor? Se interesan. Se ponen muy cerca de manera personal en las vidas de aquellos a quienes influyen y guían.

El apóstol Pablo fue así.

Tendemos a pensar de Pablo como escritor de doctrinas y grandes cartas. Pensamos de Pablo como un predicador; e incluso como fabricante de carpas. Pero todo eso servía a un propósito más alto, especialmente para sus colegas creyentes. Pablo fue un mentor.

Pablo vivió por año y medio en Corinto con Aquila y su esposa Priscila (ver Hechos 18:1-11). ¿Puede imaginarse a Pablo viviendo en su casa? ¡Qué privilegio!

Ahora, no me malentienda. La participación de un mentor va más allá del tiempo que pasa con los individuos a quienes está sirviendo de mentor. Pablo tenía mucho más que hacer que sentarse y hablar de cosas espirituales con Aquila y Priscila. Trabajaba fabricando carpas y también pasó tiempo en Corinto evangelizando a judíos y griegos. Cuando llegaron Silas y Timoteo, Pablo buscó tiempo para dedicárselo a esos amigos de mucho tiempo. Pero lo que sobresale para mí es que cuando Pablo halló a este matrimonio, fue a verlos, y se mudó a vivir con ellos. Se convirtió en amigo íntimo y personal. Se interesó.

Permítame ampliar esa verdad como pastor. Un mentor no mantiene su distancia. No opera a la distancia o en secreto. La puerta de su estudio rara vez se cierra. Abre su vida; no huye ni se esconde. Presta atención a las cosas pequeñas en las vidas de otros. Se interesa de manera personal en asuntos de preocupación y necesidad, para estimular y ayudar a que se mejore. Trasmite técnicas útiles y prácticas porque se mantiene de cerca y de manera personal.

Un mentor que se interesa no tiene miedo de mencionar sus propios fracasos o de trasmitir lecciones que aprendió por la vía dura. Todo mentor que yo he tenido me ha contado sus fracasos, defectos, fallas y luchas; las cosas que ha aprendido por la vía dura. Aprendemos eso de nuestros mentores que actúan de manera cercana y personal.

Solo cuando uno abre su propia vida, se gana la confianza como para ser oído. No se puede hacer eso a la distancia. No se puede hacer eso en un disco compacto o una grabación. No se puede hacer por el teléfono o desde el púlpito. Hay que hacerlo cara a cara, de cerca y de manera personal.

¿Por qué? Porque usted se interesa.

—Chuck