Nuestro mundo ha perdido el camino; así que no es sorpresa que cuando la iglesia imita lo que hace el mundo, que esa iglesia también empiece a descarriarse. Pero, ¿debemos recurrir a trucos para que la gente venga a la iglesia? ¿Es la reinterpretación bíblica el nuevo elemento esencial para el crecimiento de la iglesia? ¿Deberíamos reducir el cristianismo histórico y convertirlo en funciones de diversión superficial a fin de mimar a los consumidores? ¡Con certeza, no!

Estoy convencido de que la iglesia no necesita artificios de mercadeo, estrategias mundanales, diversión viva, o mentalidad corporativa para ser contagiosa. No, si la gloria de Dios es el objetivo. No, si lo que se tiene en mente es el crecimiento del pueblo de Dios. Más bien, la iglesia necesita verdad bíblica enseñada correcta y claramente; y luego puesta en práctica con autenticidad y humildad.

Una de las peores cosas que podemos hacer en nuestras iglesias es quitar nuestros ojos de lo esencial; y tomar nuestros indicios de cómo “hacer iglesia” (lo que sea que eso quiera decir) de nuestro mundo posmoderno en lugar de determinar nuestros distintivos y prioridades según las Escrituras. Es una gran tentación imitar los caminos del mundo estos días, porque tantas iglesias lo están haciendo. Parece como si supieran lo que están haciendo. La asistencia sube; sus niveles de popularidad ascienden; el dinero llega a mares. Hablan de una manera tan convincente que nos vemos tentados a pensar: Pues bien, tal vez ellos tengan razón y nosotros nos estamos perdiéndonos todo.

Por favor, no siga ese camino.

Permítanme definir lo que hace contagiosa a una iglesia. ¿Cómo debería una iglesia crecer según la Biblia? ¿Qué medio ambiente hace que una comunidad lo note? No es simplemente el edificio, o el sistema de sonido, o la música. Ni siquiera es la predicación. Es el contexto lo que hace contagiosa a una iglesia.

Primordialmente, su gente.

Y es más que curiosidad de unas cuantas personas. Es su pasión. Es su entusiasmo dirigido por el Espíritu Santo. Es la obra obvia de Dios entrelazando las vidas de los creyentes en una conexión significativa, una compasión genuina, y un entusiasmo casi eléctrico en cuanto a alcanzar a la comunidad e invertirse de corazón en los lugares de ministerio. Tales personas son, pues bien, contagiosas.

¿Quién no va a querer estar entre personas así?

—Chuck