“Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Romanos 14:19).

Permítame aplicar este versículo parafraseándolo de esta manera: Busque las cosas que contribuyen a la paz y a la edificación de sus hijos en vez de producir división destrozándoles con las críticas.

¿Está usted destrozando a sus hijos con sus palabras? El deseo de que sean fuertes, bien educados y triunfadores, puede ser fuerte. En verdad, demasiado fuerte. Tal vez usted se concentre sólo en corregir lo que anda mal, por lo general recalcándolo. Si somos brutalmente sinceros con nosotros mismos, lo que anda mal es que ellos no están llegando a la altura de nuestras expectativas de lo que nosotros pensamos que ellos deberían ser. Usted sobresalía en los deportes, así que su muchacho también debe sobresalir. Usted perteneció a algún club de intelectuales, por consiguiente, también debería pertenecer su hijo. Usted llevaba una vida social vibrante, así que también su hija debería llevarla. Usted se inclinaba a la música, así que su hijo también debería inclinarse a la música. Usted está en el ministerio, así que . . . (usted termine la frase).

Tal vez usted tiene un hijo al que le encanta el fútbol, lo cual le agrada a usted porque a usted también le encanta. Pasan muchas horas juntos pateando la pelota. Luego viene una hija. Ni siquiera puede parar la pelota; mucho menos patearla, y todo lo que quiere es volver a la sala para oír música. La tentación es favorecer al hijo que se parece más a usted, y sujetar a la hija a comparaciones negativas. Pero ni el favoritismo, ni comparar a un hermano con otro alterará lo que Dios ha ordenado para cada niño. (¿Recuerda el favoritismo de Jacob para José? ¡Hablando de disfunción!)

A algunos hijos les encantan los deportes. Otros son un genio con rompecabezas y matemáticas. Algunos son desordenados, y artísticos y desordenados (¡las dos cosas van juntas!). Algunos son estructurados y organizadores meticulosos. Algunos son estudiantes dedicados, mientras que otros aprueban las materias por un pelo en los estudios. ¿Por qué? Porque Dios los hizo así. Pero si no tenemos cuidado, veremos sus intereses y temperamentos ordenados por Dios como defectos que hay que arreglar. Incluso podemos ir tan lejos como para considerar su rebeldía como necesidad de disciplina, antes que como puntos fuertes ocultos que hay que cultivar.

Permítame repetir mi principio de apertura: Busque las cosas que contribuyen a la paz y a la edificación de sus hijos en vez de producir división destrozándoles con las críticas.

¿Cómo es la vida en su hogar? ¿Es usted un constructor?

—Chuck