He descubierto tres principios y tres imperativos que pienso que todas las iglesias deben examinar y aplicar. El primer principio es este: El pensamiento bíblico y claro debe superar al planeamiento secular y la mentalidad corporativa. ¿Y el imperativo? ¡El pensar espiritualmente!
Sin que importe lo bien organizadas que nuestras iglesias lleguen a ser, debemos dar prioridad al pensamiento bíblico antes que al pensamiento secular. En la iglesia del primer siglo no había estructuras organizacionales seculares ni política en las iglesias. No había ningún gurú o autoridad, ni “presidente” de alguna cosa. No había ambición de poder de parte de los maniáticos del control. No había manipulaciones personales, ni luchas intestinas, ni peleas financieras, ni protección del potrero propio. Más bien, era un lugar en donde el énfasis espiritual tenía precedencia por sobre la manera del mundo de hacer las cosas.
¿Cómo se ve esto cuando se aplica hoy? Para empezar:
- Nuestra enseñanza tiene que basarse en la Biblia e inclinarse a lo espiritual.
- Nuestras clases de estudio bíblico, compañerismos de adultos, e instrucción en grupos pequeños tiene que centrarse en la enseñanza de la Biblia y en las lecciones espirituales.
- Nuestros cantos y nuestros himnos deben tener contenido espiritual.
- Nuestro ministerio de orientación necesita derivarse de la revelación del Espíritu Santo en las Sagradas Escrituras.
- Nuestra relación de unos con otros debe tener prioridades espirituales: comunión íntima en donde los unos pueden confiar en los otros.
La iglesia debe ser el lugar en donde el pensamiento espiritual puede más que todo lo demás; más que todas esas batallas con las que peleamos en el lugar de trabajo. ¿Por qué? Porque Jesucristo es la Cabeza de la iglesia. La iglesia es una entidad espiritual.
Segundo, las decisiones estudiadas, acertadas, deben originarse en la Palabra de Dios, y no en las opiniones humanas. Un marco mental verdadero y espiritual brota de la meditación en las Escrituras. Así que el imperativo debe ser: ¡manténgase apegado a la Biblia!
La Palabra de Dios debe ser central en todo culto de adoración los domingos. Todavía más, toda reunión de ancianos y toda reunión de ministros deben tener las Escrituras como base de las decisiones que se toman. La Palabra de Dios debe ser la guía de la iglesia; ella forja nuestro pensamiento presente y planeamiento futuro al darnos principios que podemos entender, creer y aplicar.
Me encantan las palabras de A. W. Tozer:
“El mundo está esperando oír una voz auténtica, una voz de Dios — no un eco de lo que otros están haciendo y diciendo, sino una voz auténtica.” 1
Siendo como los de la iglesia que seguimos a Cristo como nuestra Cabeza, nuestras palabras deben venir del Dios vivo y no ser un eco de palabras y obras humanas. . . . ¡Ciertamente no las palabras de nuestra cultura! Por sabias e inteligentes que sean las opiniones humanas, la iglesia no se guía por el pensamiento de algún ser humano caído. (De paso, ¡eso incluye el pastor!). Cristo es la Cabeza. Nuestro pensamiento lo forja el estudio de las Escrituras; el pensamiento de Dios. Esto es respecto a edificar la iglesia a la manera de Dios; y la manera de Dios se halla en la Palabra de Dios. En ninguna otra parte podemos hallar una voz tan auténtica.
Una iglesia que trabaja es una iglesia que crece. Estoy convencido de esto. Pero tenga cuidado del orden de este enunciado, porque la iglesia que está creciendo no es necesariamente una iglesia que está trabajando.
—Chuck
P.D. Compartiré el tercer principio e imperativo la próxima semana.
- A. W. Tozer, Rut, Rot or Revival: The Condition of the Church (Camp Hill, Penn.: Christian Publications, 1992).