Algunas películas tienen citas que se han vuelto tan inimitables, tan distintivas, que uno puede decir la primera parte de la frase, y la mayoría de personas la terminará por uno. Probemos unas pocas:

  • “Houston, tenemos __ _______.”
  • “Vamos, haz mi ____.”
  • “Francamente, querida, me importa . . .” (Está bien; dejemos esa a un lado).

La película Field of Dreams (Campo de Sueños) tiene igualmente una de esas líneas: “Si lo construyes” — ¿puede usted terminar la frase? — “él vendrá.” Algunos pensarán que se trata de “ellos vendrán.” En verdad, cuando me gradué del seminario, mucho antes de que saliera la película (allá cuando la tierra todavía estaba enfriándose), pensé que una línea similar sería cierta en una iglesia: Si lo predicas, vendrán. ¡Vaya, cómo me equivoqué!

He vivido lo suficiente como para darme cuenta de que aunque un púlpito fuerte es esencial, una iglesia contagiosa también requiere un contexto de otros distintivos. Tiene que haber más que predicación, más de un talento en función, más de convicción de una persona. Una iglesia contagiosa tiene un número de individuos que ponen en práctica principios claros, bíblicos, con el resultado de que la gente hace una pausa en medio de sus vidas atareadas. Se dan cuenta de que es un lugar al que vale la pena venir y en donde participar.

Cuando uno mira el panorama de las iglesias de hoy, uno halla muchas congregaciones que han tenido un crecimiento fenomenal, increíble. Pero al examinarlas más de cerca, uno descubre que no están comprometidas a los cuatro elementos bíblicos esenciales para la iglesia según prescribe el libro de Hechos: enseñanza, comunión, el partimiento del pan y la oración (vea Hechos 2:42). La iglesia puede tener muchos más que estos cuatro elementos; pero jamás debe tener menos.

Es precisamente en estos cuatro aspectos que el adversario ataca a fin de trastornar y, si puede, destruir la iglesia. Por eso es importante mantener nuestras propiedades en su orden. Es esencial que no nos dejemos distraer por todo lo que podemos hacer como iglesia . . . y que mantengamos nuestro enfoque sólo en lo que debemos hacer como iglesia. De otra manera, ella puede atraer una multitud por las razones erróneas.

Este énfasis en los elementos esenciales es lo que el apóstol Pablo tenía en mente cuando pasó la antorcha del ministerio a un joven pastor llamado Timoteo:

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, 2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. (2 Timoteo 4:1-4)

Note tanto la orden, como las razones para la misma. El mandamiento es claro: “que prediques la palabra,” seguido de una explicación de cuándo y cómo hacerlo. Pero también hay un por qué, una razón para proclamar con intrepidez la Biblia de manera consistente, y es que llegará el tiempo cuando la verdad bíblica será rechazada a favor de las cosas que la gente quiere oír. ¿La alternativa bíblica? Ya mencioné que el Señor honra y bendice cualquier plan que sostiene la oración y promueve su Palabra.

Eso es lo que Pablo le afirmaba a Timoteo.

—Chuck