Ocasionalmente, cuando Cynthia y yo asistimos a algún convivio, ella me dice, “No seamos el centro de atención de todos. ¿Porque no simplemente nos sentamos a un lado y escuchamos para variar?”
Ese es un gran recordatorio en nuestra cultura narcisista, y especialmente para pastores a quienes se les espera que exhiban un corazón de siervo.
Esto me recuerda de una historia que siempre me hace sonreír. Imagine el escenario: Jacobo y Juan se acercaron a Jesús un día y le pidieron escribirles un cheque en blanco, para hacer cualquier cosa que le pidieran.
Cuando Jesús indagó acerca de lo que querían, ellos dijeron, básicamente, “No queremos ser el centro de tu reino, ese es tu lugar, pero queremos estar a tu lado, uno a tu izquierda y el otro a tu derecha.” ¡Imagínese!
Obviamente los otros discípulos quienes escucharon este intercambio de palabras estaban. . . pues ¡fastidiados! El egoísmo de Jacobo y Juan en querer ser los primeros era más de lo que los otros podían aguantar.
Ese fue el momento en que Jesús juntó a todos los discípulos y habló con ellos acerca de ser siervos.
“Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor” (Marcos 10:42-43).
¿Está usted listo para un consejo? Usted debe trabajar en el área de ser un siervo – tener una humildad genuina – y encontrará que la gente respetará su liderazgo. Esto hace disolver la resistencia. Lo único que tenemos que hacer es seguir a Cristo como nuestro líder modelo.
La única razón que tenemos la posición que tenemos es para dar y para servir. No para ser visto, no para ser escuchado, no para ser citados en nuestras palabras, no para ser el centro de atención, sino para dar y servir.
Una de nuestras nietas regresó de un campamento cristiano portando un prendedor que ilustra esto maravillosamente. Decía: “SOY EL TERCERO”.
Naturalmente, solo se le viene una pregunta cuando ve un prendedor como este. Me encantó su respuesta.
“Bueno, necesitas saber, abuelo, que Jesús siempre tiene el primer lugar, otros el segundo lugar, y yo siempre soy el tercero.” ¡Ella sí que dio en el clavo!
Recuerde esto en nuestra cultura narcisista – “Soy tercero”. No importa cuánto dinero gane, cuál sea su título, que tan influyente pueda ser, cuantas personas conozcan su nombre, cuantos le aplaudan, o que tan maravillosas son las cartas que reciba – usted siga recordándose a si mismo, “Yo soy el tercero”.
—Chuck