¿Puede usted recordar cuando la vida era alegre? ¿Incluso divertida? ¿Cuándo se volvió todo tan serio?

¿Cuándo un bien ejercido sentido del humor se sacrificó en el altar de la vida adulta? ¿Quién dice que convertirse en una “persona responsable” quiere decir una cara larga y una actitud absolutamente seria en cuanto a la vida?

Una precoz niña de diez años le preguntó a su abuela: “¿Cuántos años tienes, abuelita?”

“Pues bien, cariño, cuando uno tiene mis años, una no anda pregonando la edad por todos lados.”

Mientras la abuela preparaba la cena, la niña encontró la cartera de la abuela y sacó todo de la cartera en la cama.

Al encontrar la licencia de conducir de la abuela, la niña anunció: “Abuela, tienes setenta y seis años.”

“¡Vaya, sí, los tengo! ¿Cómo lo supiste?”

“Encontré tu fecha de nacimiento en tu licencia de conducir, e hice la resta de este año al año en que naciste. Tienes setenta y seis años.” Mirando más abajo en la licencia, añadió: “También te aplazaron en sexo porque te pusieron una ‘F’.”

Hasta los creyentes pueden sacarse una “F” en la vida abundante que Cristo vino a darnos. Murió a los treinta años, lo enterraron a los sesenta. Un epitafio apropiado para demasiados.

Muchos adultos que conozco son tan serios como un ataque cardíaco. Nuestra vocación como pastores es una de las más serias de todas las profesiones. Como ministro del evangelio y pastor principal de una iglesia, no pasa ni una semana sin que tenga que lidiar con la vida en lo más crudo. Las necesidades son enormes, interminables y parten el corazón. Es fácil volverse lúgubre.

No sé de una mayor necesidad en nuestras posiciones hoy en día que la necesidad de alegría. Una alegría inexplicable, contagiosa. ¿Cuál es la suma y sustancia de todo esto? El secreto de vivir es el mismo que el secreto del gozo: ambos giran alrededor de la centralidad de Jesucristo. La búsqueda de la felicidad es el cultivo de una vida centrada y controlada en Cristo.

Para usted, colega pastor, le digo: “¡Suéltelo!” Suelte su hábito de siempre buscar lo negativo. Deje a un lado su necesidad de arreglar la desdicha de todos los demás. Abandone su impulso de competir o comparar. Abandone las inhibiciones innecesarias que le impiden celebrar la vida. Deje de ser tan protector, tan predecible, tan en control . . . tan correcto.

El permanecer perpetuamente súper serio y llenarse la mente con las realidades crudas y dolorosas de la vida mantiene el área de nuestra perspectiva demasiado estrecho y el túnel de nuestra esperanza demasiado largo. Todos los días trato de hallar por lo menos una cosa de la cual reírme, algo que estimule una sonrisa.

Cuando Cristo se vuelve nuestro enfoque central, la razón de nuestra existencia, el contentamiento reemplaza la ansiedad, los temores y las inseguridades. La mayoría de seres humanos piensan que la felicidad es algo que les sucede más que algo que buscan con diligencia. La alegría viene a los que determinan buscarla a pesar de las circunstancias cotidianas.

Nuestras mentes son como bodegas bancarias que esperan nuestros depósitos. Si depositamos de manera regular pensamientos positivos, alentadores y animadores, retiraremos lo mismo; y el interés que se paga será el gozo, vida abundante. Así que, por favor. . .¡suéltelo!

—Chuck