La aplicación de la Biblia es una prioridad en mi predicación. Nunca dejo a la congregación para que adivine cómo se aplica el texto bíblico. Planeo la aplicación del mensaje con tanto cuidado como preparo la introducción y la exposición.

He descubierto que si uno no puede resumir la aplicación del sermón en una frase o dos, uno no tiene un sermón. Uno puede tener una serie de pensamientos interesantes y correctos, pero no lo ha reunido todo en un todo cohesivo. ¿El resultado? Nadie recordará lo que se dijo. Uno debe poder dar el mensaje en una o dos frases. Este es un ejemplo: Cristo nos ha hecho libres, y debemos disfrutar la libertad que Él nos ha provisto por Su muerte y Su resurrección. El mensaje debe afirmar y volver a firmar ese pensamiento desde varios ángulos de modo que el tema palpite en todo el sermón.

Aplique esto fuera del mensaje también. Es maravilloso si se tiene un ministro de música sensible que puede entretejer el tema como una hebra mediante los himnos que el coro entona, y los arreglos que tocan los conjuntos, y el solo que entona el solista, o los himnos y cantos con los que la congregación adora. Al hacerlo así, todo el servicio subraya y afirma el mensaje; y no solo la predicación. Las personas se van con la aplicación resonando en su mente, casi como una tonada que sigue resonando en los oídos de uno.

Siempre sugiero principios eternos al final de un mensaje . . . lecciones que el oyente puede llevar consigo y usar. Usar en serio. Aprendí del Dr. Stan Toussaint, uno de mis profesores en el seminario, que es útil poner la aplicación hacia el fin del mensaje. Hay algo en cuanto a terminar el mensaje con algo que capta la atención y que lo hace mucho más eficaz. Por ejemplo, a menudo digo: “Hay tres advertencias aquí que todos seríamos sabios si las atendemos.” Entonces menciono cada una de manera breve, explicando cómo se pueden aplicar, y entonces las repito. A menudo pido que la congregación anote los principios. ¿Por qué escribirlos? Aprendí un dicho breve hace muchos años que he hallado útil: “Los pensamientos se desenredan a sí mismos sobre los labios y a través de los dedos.” En otras palabras, cuando algo no es claro, a menudo es útil hablar al respecto y también escribirlo. Eso da claridad.

No escatime en la aplicación del mensaje. No gaste todo su tiempo explicando el texto sin explicar cómo se aplica el texto. Uno de mis mentores, el Dr. Howard Hendricks, daba una advertencia penetrante:

Cada vez que observas e interpretas [la Biblia] pero no la aplicas, estás haciendo un aborto de las Escrituras en términos de su propósito. La Biblia no fue escrita para satisfacer tu curiosidad; fue escrita para transformar tu vida.1

Basta contundente, pero el punto es verdad: el propósito la de la Biblia es que se ponga en práctica, no solo se estudie.

La aplicación es el objetivo último de nuestra predicación. Llegue ahí . . . cada vez.

—Chuck

  1. Howard G. Hendricks and William D. Hendricks, Living by the Book (Chicago: Moody Press, 1991), p 284.