Una trampa principal en la que los pastores pueden caer es el exclusivismo. Esa es la actitud que dice: “Sólo yo tengo razón.” Es la actitud de “Nosotros cuatro y nadie más, y no estoy seguro en cuanto a ustedes tres.” Un espíritu exclusivista tiene lugar cuando el pastor permite (o incluso promueve) que lo rodeen seguidores tipo tribu, de rosca.

La paranoia a menudo acompaña un espíritu exclusivista: “A otros ministerios no les va tan bien como a mí”; o algo parecido. Cuidado con ese tipo de actitud. Cuídese de usar demasiados pronombres de primera persona. No es otra cosa que orgullo.

En un momento Juan le dijo a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía” (Marcos 9:38). La represión de Jesús reveló que no tenemos que ser uno de los doce para ministrar a la gente. Y otros no tienen que ser uno de nosotros tampoco.

No tenemos la exclusividad de la mejor manera de servir a Cristo. Tenemos que demostrar una ausencia de competencia y ausencia de envidia . . . mientras que cultivamos humildad genuina. Ore para que su actitud y palabras, y las de sus colegas ministros, no se vuelvan exclusivistas.

—Chuck