Los pastores pueden fácilmente caer en la trampa de la ambición del dinero; o, en términos más sencillos, podemos ser avarientos.

Esto es cierto si el dinero acaba en el bolsillo del pastor cuando estaba destinado a otro aspecto del ministerio. Esto es cierto si al ministro se le pregunta en cuanto a las normas financieras respecto al dinero del ministerio, y él responde con una reacción tipo “Eso no es asunto suyo.” Los pastores confiables no son motivados por lo que Pedro llama “ganancia deshonesta” (1 Pedro 5:2). Una traducción literal sería “lucro mugriento.” Es una expresión fuerte, pero lo dice tal como es: “no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto.”

Mi consejo a todo el que está en el ministerio es que mantenga sus manos fuera del dinero . . . No reciba dinero en efectivo de la gente. No dé cambio. No recoja las ofrendas. No cuente la ofrenda . . . y ni siquiera se preocupe por el lugar en donde se cuenta el dinero. Y, sobre todo, ¡no trate de saber quién da más ofrenda! Si lo hace, eso afectará su predicación. Por otro lado, si no sabe cuál pasaje de las Escrituras ofenderá a los que ofrendan mayor cantidad, tendrá libertad para predicar la verdad a todos.

Los pastores tenemos que cuidarnos de ministrar sólo por el dinero; como oficiar en una boda, por ejemplo, solamente porque nos darán algún honorario. O celebrar un funeral simplemente porque nos darán una ofrenda de amor. La codicia no tiene vergüenza. Le guiñará los ojos y le tentará, especialmente en estos días cuando muchos pastores reciben salarios que no compensan su educación.

Lo que estoy diciendo no tienen nada que ver con “poner bozal al buey.” Mi advertencia es sencilla: Si no tiene cuidado, se hallará justificando la avaricia.

Por favor . . . no lo haga.

—Chuck