Conozco a un ministro que empezó a llevar una vida de sensualidad. Lo justificaba predicando la doctrina de la “privacidad.” Nunca he visto en las Escrituras nada parecido a una doctrina de privacidad, pero él la halló. (¡Debería decir que él la rebuscó!). Eso llegó a ser uno de sus mensajes principales.
Cuando se blanquean los hechos que son blanco y negro, cuando se justifica el mal con un espíritu defensivo, cuando acciones indebidas rápidamente se encubren o se niegan, cuidado. Algo anda mal. La racionalización está teniendo lugar.
Como pastores debemos cuidarnos de no cambiar nuestra función de enseñar lo que la Palabra de Dios quiere decir, por una decisión dogmática de lo que significa. Nunca debemos alterar la verdad bíblica para que se ajuste a nuestro estilo de vida como pastores; siempre debe ser al revés.
Debemos rendir cuentas; y no ser islas aisladas de independencia. La falta de exigencia de cuentas en la vida del pastor es como arena movediza moral. Cuidado con convertirse en un hombre de secretos e intocable. Y, sobre todo, no racionalice al respecto aduciendo: “Soy el ungido de Dios.” Por favor . . . no lo haga. ¡Ni siquiera lo piense! Usted es siervo del Señor. También yo lo soy.
Sin que importe lo elocuentes o competentes que lleguemos a ser, ninguno de nosotros está por encima de la exigencia de cuentas. Es bueno para nosotros rendir cuentas. Lo necesitamos. De otra manera, la racionalización puede abrirse paso a nuestros púlpitos . . . o, peor todavía, a nuestros corazones.
—Chuck