Daniel 4:31-33
¿Estás preparado para el día en que Dios decida tocar aquello que más te define?
«Mientras aún estaba la palabra en la boca del rey, cayó una voz del cielo…» (cf. Daniel 4:31, NBLA). En un instante, la vida de Nabucodonosor cambia radicalmente. Pierde el trono, la razón y la dignidad. Es expulsado de la corte y termina comiendo hierba como los bueyes, empapado por el rocío, con el cabello y las uñas crecidos de manera grotesca (cf. Daniel 4:32–33).
Humanamente, es una tragedia. Espiritualmente, es una cirugía. Dios está extirpando el tumor del orgullo con una «misericordia severa». Le quita al rey todo aquello en lo que apoyaba su identidad: poder, gloria, reconocimiento, control. No para destruirlo, sino para salvarlo.
Algo de esto nos incomoda. Nos gusta pensar en un Dios que consuela, no en un Dios que quebranta. Y, sin embargo, el mismo Padre amoroso que abre Sus brazos para recibir al hijo pródigo es el que permite la hambruna que lo obliga a regresar.
Es posible que hoy veas a alguien «perdiéndolo todo» y te preguntes dónde está Dios. O tal vez seas tú quien está pasando por un derrumbe doloroso en tu vida. No apresures la conclusión. Lo que parece destrucción puede ser precisamente la intervención más amorosa del cielo.
Cuando Dios lo derriba todo, no siempre te está castigando; muchas veces está derrumbado el trono falso donde te habías sentado en Su lugar.
Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

