¿Sientes que Dios guarda silencio? Tal vez está trabajando en lo invisible.
Desde la primera escena del libro de Daniel, queda claro que Dios no está ausente. Aunque el ejército de Babilonia parecía invencible, fue el Señor quien entregó a Jerusalén en sus manos.
«El Señor entregó en sus manos a Joacim, rey de Judá…» (Daniel 1:2, NBLA).
Incluso en el exilio, en una tierra lejana, Dios seguía dirigiendo cada detalle. No solo permitió la caída de Jerusalén, sino que también intervino a favor de Daniel:
«Dios concedió a Daniel gracia y favor ante el jefe de los oficiales» (Daniel 1:9, NBLA).
Dios no necesitó una columna de fuego ni una voz desde el cielo. Simplemente tocó el corazón de un funcionario pagano y lo inclinó hacia la compasión. Más adelante, el Señor les dio a los jóvenes hebreos sabiduría y conocimiento, y a Daniel una capacidad especial para interpretar visiones y sueños.
«Dios les dio conocimiento e inteligencia en toda clase de literatura y sabiduría…» (v. 17).
Mientras Daniel y sus amigos decidían permanecer fieles, Dios trabajaba silenciosamente entre bastidores. Abrió puertas. Cambió actitudes. Y al cabo de diez días, el resultado fue evidente:
«…su semblante parecía mejor y estaban más robustos que todos los jóvenes…» (v. 15, NBLA).
Nunca subestimes el poder de la obra silenciosa de Dios. Aun cuando no lo veas, Él está presente, actuando en lo profundo de corazones y circunstancias. No ha dejado de escribir tu historia.
Cuando tú decides honrar a Dios, Él decide respaldarte… incluso de maneras que no puedes ver.
Adaptado de la guía de estudio, Daniel -El modelo de Dios para el futuro, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.