Hechos 16: 1—10; 17: 1—17

Un hombre de Macedonia había dicho: «¡Pasa a Macedonia y ayúdanos!». Dios tenía en mente a una vendedora de púrpura, a una joven esclava explotada y a un rudo y brutal carcelero romano. Cuando uno viaja como Dios quiere que viaje, es sensible a las puertas que se abren y está en paz con las puertas que se cierran.

Más tarde, Pablo apeló a Roma. Después de enterarse de que había torturado a unos ciudadanos romanos, el magistrado que gobernaba la ciudad se llenó de miedo. Al darse cuenta de que había actuado ilegalmente contra estos dos hombres, el funcionario les rogó a Pablo y a Silas qué se marcharan de Filipos para evitar más disturbios en la población.

El competente fundador de iglesias siguió adelante impertérrito, flanqueado por la fiel compañía de sus compañeros en la obra. La parada siguiente fue Tesalónica. Pablo, de conformidad con su modus operandi, volvió a su lugar preferido para comenzar: la sinagoga. Muchos creyeron, entre ellos un gran número de griegos y de mujeres influyentes. Esto bastó para despertar los celos de los líderes judíos, hasta el punto de que Pablo y su equipo se vieron obligados A escapar bajo el manto de la noche (Hechos 17:10).

De allí se fueron a Berea y, de nuevo, predicaron en la sinagoga local. Por ser más nobles que los de Tesalónica, el interés de los habitantes de Berea los llevó a escudriñar «las Escrituras para verificar si estas cosas eran así» (Hechos 17:11).

Tengo que aprovechar esta oportunidad para decirle que este es un ejemplo que debe ser imitado. No importa lo inteligente, carismático o preparado que sea su maestro de Biblia o su Pastor, fórmese el saludable hábito de comprobar con las Escrituras lo que ellos le digan.

Los arquitectos y los constructores utilizan medidas precisas para asegurarse de tener un resultado exacto. No se guían por sus sentimientos. Hacen cuidadosamente su trabajo utilizando metros y centímetros. Ni siquiera los constructores más veteranos confían en cálculos aproximados o conjeturas. Se rigen por la norma. Las Escrituras son también su herramienta de medición para tener la seguridad de que la enseñanza que usted recibe es verdadera y confiable. Evalúe la Escritura siempre.

A medida que usted crece en su vida espiritual, tiene que haber una congruencia de ángulos entre lo que se le dice y lo que ha sido escrito en la Biblia. Si usted no puede apoyarlo con las Escrituras, algo está faltando en la enseñanza. No crea al maestro, si este contradice la enseñanza divina; de hacerlo, usted estará construyendo sobre arena. Ríase por lo que dice y enseña la Biblia. Ésta sigue siendo su autoridad final para la fe y para la vida.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.