Lucas 1:30, 38
Quizás María estaba realizando los quehaceres matutinos o tal vez resguardándose del calor del día en el jardín de la familia. No sabemos lo que estaba haciendo, pero probablemente estaba pensando en el futuro– en José. . . en su hogar. . . en una familia.
Pero Dios interrumpió los planes de María para presentarle el Suyo. El ángel Gabriel le dijo a María que ella sería la que daría luz al Mesías.
“No temas, María porque has hallado gracia delante de Dios”. Ese pensamiento debió haber detenido cualquier otro que hubiera estado pensando en ese momento.
Al igual que cualquier fiel adolescente judía, María sabía de la promesa de Aquel que vendría, pero ¿escuchar las noticias de que Dios la había elegido a ella para ser la madre del Salvador? Tener a Gabriel anunciando que la llegada inminente de Dios ocurriría en su cuerpo. . . la hacía preguntarse: ¿Cómo podría ser esto?
Seguramente María también se dio cuenta de alguna forma que este privilegio le costaría muy caro con respecto a su reputación: dudas sobre su pureza, susurros detrás de miradas veladas, acusaciones crueles. ¿Quién dijo ella que era el padre de ese niño?
Sin embargo, María respondió inmediatamente en fe a lo que no podía comprender. Sin ningún retraso, reaccionó en sumisión ante el deseo de Dios. “Que sea como lo has dicho” dijo María. La palabra griega, ginomai, que se utiliza en este versículo, significa “como resultado” e indica una entrega total muy similar a la frase: “que así sea”. Podríamos traducir la respuesta de María de la siguiente forma: «No lo entiendo totalmente, pero lo acepto. Sé que ocurrirá tal como Gabriel lo dijo». Para ella, era suficiente que Dios había prometido realizar lo imposible.
Para ella, era suficiente que Dios le había confiado este privilegio. Ella, entonces, confiaría en Él en todo lo demás.
El ángel le había dicho que Aquel quien ella concebiría era mayor que cualquier otro deseo que ella hubiese soñado– cualquier cosa que este mundo hubiese conocido. Lo que allí comenzaba ese día, planeado antes que el tiempo existiera, era una promesa cumplida– la promesa de liberación, de salvación para todos aquellos que creyesen en Él.
Vea: Lucas 1:30, 38 (NVI); 1:46-55
Adaptado del libro, A Promise Kept: A Pictorial Journey of the Coming of Christ (IFL Publishing House 2010). Copyright © 2010 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.