Hechos 9: 1—4

La esencia del verdadero arrepentimiento es que la mente da un cambio. La palabra griega es metanoia, qué significa literalmente «cambiar de mente». Eso fue lo que le sucedió al otrora orgulloso fariseo en el camino de Damasco. Muchas cosas dentro de Pablo cambiaron, y cambiaron completamente. Cambió su manera de pensar acerca de Dios, de Jesús, de la resurrección, de los seguidores de Cristo. Debió haber meneando la cabeza durante días. Había pensado que Cristo estaba muerto, y ahora estaba convencido de que estaba vivo. Este, que sabía su nombre, sabía también lo que había estado haciendo. El violento rebelde finalmente había encontrado la horma de su zapato, y no tenía manera ni lugar donde esconderse.

Ahora bien, permítame hacer una pausa para aclarar algo importante. Algunos cristianos tratan de imponer sus rígido sistema de normas en cuanto al tema de la conversión. Quiero prevenirles en cuanto a esa clase de práctica. Es imposible encontrar en la Escritura algo que diga que el pecador tiene una y solo una manera de venir a Cristo. Aunque el mensaje del Evangelio es el mismo, los métodos cambian. Estamos tan condicionados por el trasfondo denominacional, el tradicionalismo religioso y los estrechos prejuicios, que no entendemos la gracia divina. ¡Tenemos la tendencia a exigir más de lo que Dios exige! Tengamos cuidado en cuanto a lo que exigimos a quienes se vuelven sinceramente al Señor.

Los perdidos se salvan mientras escuchan un himno que habla sobre Jesucristo y su obra redentora, o mientras escuchan a un predicador o a un maestro de la Biblia explicando la Palabra de Dios desde un púlpito, por la televisión o por la radio. Otros se salvan durante un estudio bíblico de un grupo pequeño en un hogar. Muchos otros vienen al Señor por sí solos, mientras oran en la intimidad de sus hogares. Día y noche un pecador puede clamar al Señor Jesucristo en fe y ser salvo. Por lo tanto, dejemos de hacer tan complicado el asunto. Como sucedió con Pablo, hay abundancia de gracia.

No importa cuándo se convirtió exactamente, Pablo comprendió que ese Jesús vivo, a quién él había odiado y negado durante toda su vida, era ahora su Señor y Salvador.

¿Es el su Señor y Salvador también?

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.