Hechos 8:26-40
Ayer, le expliqué de varios métodos de evangelización que no son efectivos, o al menos no son el cuadro completo de cómo Dios desea que Sus hijos compartan las buenas nuevas con otros. Hoy, quiero decirle de una alternativa. Un método que sí funciona . . . y que también glorifica a Aquel a quien debiera hacerlo: el Salvador.
Les presento el método Felipe. Este método centrado en Cristo es presentado en una serie de siete principios tomados de Hechos 8:26-40. Aquel destacado y dotado caballero estaba involucrado en una cruzada que cubría toda la ciudad de Samaria. Dios lo estaba usando de manera poderosa (8:5-8). De repente, el Señor le habló a Felipe y le indicó que salga de la ciudad y que pase algo de tiempo en Gaza, un área del desierto (8:26). El fiel Felipe «emprendió su viaje» (8:27). Él estaba disponible (Principio 1).
Entonces él se encontró con un estadista distinguido que era de Etiopía viajando en su carruaje en vía de regreso a su casa (8:28). ¡Vaya la sorpresa, estaba leyendo Isaías! El siguiente versículo nos indica que el Espíritu de Dios impulsó a Felipe a acercarse y conocer al viajero. Felipe fue guiado por el Espíritu (Principio 2). En la terminología actual, él sintió de manera clara y definitiva que Dios quería que él iniciara una conversación y luego, muy probablemente, compartiera con aquella persona las declaraciones impactantes de Cristo. En otras palabras, él sintió claramente que Dios estaba abriendo la puerta.
Tal como usted esperaría, Felipe cooperó. La obediencia (Principio 3) es esencial.
Entonces él escuchó que el hombre leía en voz alta (8:30) y tranquilamente preguntó: «¿Entiende lo que está leyendo?». ¡Qué comienzo tan excelente! Un comienzo apropiado (Principio 4) es esencial. Felipe no se metió a la fuerza y comenzó a predicar, ni sacó a relucir frases enlatadas, tomadas de un disco rayado. Él simplemente hizo una pregunta lógica que invitaba al otro a responderle. Al instante, el estadista invitó a este desconocido a subir y sentarse junto a él y a asistirle en su búsqueda de comprensión (8:31-34).
Esta respuesta notable fue respondida con gran tacto (Principio 5) por parte de Felipe. Aun cuando tenía su pie en la puerta, se mantuvo amable, cortés, un buen oidor, y se mantuvo sensible en cuanto al momento en que podría hablar de la salvación.
Cuando ese momento llegó, él «le habló» (8:32) y fue específico (Principio 6) en cuanto a la fe en el Señor Jesucristo. No hubo reticencia. No hubo un diálogo difuso acerca de la religión . . . él solamente habló del Salvador, el tema principal.
Los últimos versículos (8:36-38) describen el breve pero memorable seguimiento (Principio 7) que Felipe puso en acción en este caso.
Al rozar hombros con la hambrienta y sedienta humanidad y sentir su ansia interna por alcanzar ayuda y esperanza, mantenga estos principios en mente. Estemos más alertas a esos asientos de acompañante de carruaje que el Señor desea que ocupemos. Puede ser que usted llegue pronto a sentirse más cómodo allí. ¿Y sabe qué? No hay otro lugar en el que quisiera estar cuando Cristo regrese, que estar en el asiento de acompañante en un carruaje del siglo veintiuno.
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.