Daniel 4:30

¿Necesitas hoy una dosis de aliento divino?

¿Te vendría bien recordar que Dios sigue en control de los eventos globales y de los detalles más pequeños de tu vida? ¿Que Su Palabra sigue siendo confiable, que Él es fiel a los suyos, que escucha tus oraciones y puede obrar incluso en los momentos más oscuros? ¿Que, aunque todo a tu alrededor parezca incierto, Él permanece firme, atento y soberano?

Tal vez pienses: «Eso suena como un sueño…» Y tendrías razón. Porque, curiosamente, es a través de un sueño que Dios decide revelarse en el capítulo 2 de Daniel.

El protagonista es el rey Nabucodonosor, monarca del imperio más poderoso de su tiempo. Babilonia, su capital, era una ciudad esplendorosa. Contaba con calles famosas como la Vía Procesional, templos majestuosos, canales navegables, puertas decoradas con ladrillos esmaltados, y los famosos Jardines Colgantes —una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Era una exhibición de riqueza, fuerza y grandeza humana… aparentemente impenetrable.

«¿No es esta la gran Babilonia que yo mismo edifiqué como residencia real con la fuerza de mi poder y para la gloria de mi majestad?» (Daniel 4:30, NBLA).

Pero en ese mundo de poder y pompa, Dios no se presenta con rayos ni terremotos… sino con un simple sueño. No usó estruendo, sino susurros. No vino con espada, sino con una inquietud en la mente de un hombre.

Y mientras el rey duerme, el Rey de reyes obra.

Dios puede derribar muros de orgullo y tocar el corazón más duro… mientras ese corazón duerme. Y puede hacerlo también contigo, hoy mismo.

Adaptado de la guía de estudio, Daniel -El modelo de Dios para el futuro, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.