Cristo ha liberado a Sus seguidores. . . Ya no están viviendo bajo la ley, ya no están esclavizados por el poder dominante del pecado, y ya no están siendo afectados por una vida de culpabilidad y vergüenza; los creyentes ya son «verdaderamente libres» (Juan 8:36). Jesús habló abiertamente de Su deseo de que «tengamos vida. . . en abundancia» (10:10). ¡Qué provisiones! ¡Qué gracia! Libres en Cristo, hemos sido liberados de los grilletes de la esclavitud del pecado. Trágicamente, muchos creyentes no viven vidas basadas en la gracia en su máxima expresión. Muchos cristianos son unos estirados, inflexibles, inhibidos, demasiado cautelosos y muy temerosos. No es difícil entender la razón. El triste, intimidante e implacable mensaje anti-gracia del legalismo ha eclipsado el mensaje liberador del Hijo, dejándonos victimizados y paralizados, obsesivamente preocupados por lo que otros puedan pensar, decir o hacer. Vamos a exponer el legalismo por lo que es y explorar las consecuencias que acarrea para aquellos que estaban destinados a ser libres, pero de hecho, están viviendo como esclavos.
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