Ciertamente, «hay más bendición en dar que en recibir», tal como lo enseñó nuestro Señor Jesús (Hechos 20:35). En un mundo egoísta, donde la codicia y la envidia ocupan un lugar primordial en la vida de muchas personas, es un verdadero placer conocer a personas que han cultivado la gracia de dar. Tales personas son ejemplos alentadores de una disposición de servicio. Sin embargo, existe la otra cara de la moneda a tal generosidad: la gracia de recibir favores de otros. En nuestra cultura, que hace tanto hincapié en la independencia, la autosuficiencia y la alta productividad, podemos irnos al extremo de rechazar la gracia de Dios; lo que deja poco espacio para reconocer nuestra necesidad de ella, o aceptar los intentos de otras personas de ser generosas con nosotros. No debemos olvidar que la gracia que es realmente maravillosa, es la gracia que es realmente aceptadora.
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