La introducción al Sermón del Monte de Jesús (Mateo 5–7) es, sin duda, la sección más conocida de Sus enseñanzas. Comúnmente llamada «Las bienaventuranzas», esta parte inicial describe el retrato más descriptivo de un verdadero siervo jamás registrado. Tomemos un momento para leer estas palabras inmortales con calma y reverencia.

Mateo 5:1-12 (NTV):

«Dios bendice a los que son pobres en espíritu y se dan cuenta de la necesidad que tienen de él, porque el reino del cielo les pertenece.
Dios bendice a los que lloran, porque serán consolados. Dios bendice a los humildes, porque heredarán toda la tierra.
Dios bendice a los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Dios bendice a los compasivos, porque serán tratados con compasión.
Dios bendice a los que tienen corazón puro, porque verán a Dios.
Dios bendice a los que procuran la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Dios bendice a los que son perseguidos por hacer lo correcto, porque el reino del cielo les pertenece.
Dios los bendice cuando la gente les hace burla y los persigue, y miente acerca de ustedes y dice toda clase de cosas malas en su contra porque son mis seguidores.
Alégrense, estén contentos, porque les espera una gran recompensa en el cielo. Y recuerden que a los antiguos profetas los persiguieron de la misma manera».

Tres observaciones fundamentales

Primera observación: ocho rasgos que definen a un verdadero siervo

Estos ocho rasgos de carácter describen la esencia de la humildad y el servicio genuino. Cuando dichos elementos se integran en la vida de una persona, emerge un carácter equilibrado y pleno. No es una lista de «opciones múltiples» para escoger cualidades favoritas. Nuestro Salvador ha señalado con absoluta claridad las virtudes que conducen a una vida que le agrada. Por lo tanto, es crucial examinar cada una con atención.

Segunda observación: puerta a la felicidad verdadera

Estas actitudes abren la puerta a una felicidad interior profunda. Además, constituyen fundamentos espirituales que, al practicarse con sinceridad, traen satisfacción duradera. Jesús ofrece aquí una realización personal incomparable. Note cómo empieza cada declaración: «Dios bendice…» (NTV). Este pasaje es el único en el que nuestro Señor repite el mismo término ocho veces consecutivas. Quienes abrazan estas actitudes experimentan una felicidad que trasciende las circunstancias terrenales.

Tercera observación: promesas correspondientes

Cada una de estas cualidades viene acompañada de una promesa específica. ¿Lo notó? «Dios bendice… (la actitud) porque… (la promesa).” Cristo ofrece un beneficio especial para cada virtud mencionada. ¡Y qué grandes promesas son! No es de extrañar que, al concluir Su sermón, se nos diga:

«Cuando Jesús terminó de decir esas cosas, las multitudes quedaron asombradas de su enseñanza, porque lo hacía con verdadera autoridad, algo completamente diferente de lo que hacían los maestros de la ley religiosa» (Mateo 7:28-29, NTV).

Nunca antes aquella multitud había escuchado verdades tan sublimes presentadas de manera tan significativa y conmovedora. Anhelaban ver esas promesas encarnadas en sus vidas.

¿Y usted? ¿No desea lo mismo? Que Dios nos conceda vivir estas actitudes en lo más profundo de nuestro ser, experimentando así la plenitud de Su amor y la certeza de Sus promesas eternas.