Desde que Caín se negó a darle a Dios las primicias de sus cosechas, la humanidad ha tenido dificultad para relacionarse apropiadamente con las cosas materiales, en lo que tiene que ver con idolatría, materialismo y mayordomía.

En el pasado nuestra relación con las cosas materiales era sólo uno de los muchos asuntos que el creyente enfrentaba; pero hoy, en la sociedad en la que vivimos donde el consumismo y el materialismo son dioses gemelos, esto es un asunto clave, de hecho puede ser el asunto principal que enfrentan los cristianos.

Pero Jesús dijo: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15). Él dijo que “el engaño de las riquezas y las codicias de otras cosas” (Marcos 4:19) es lo que impide que la Palabra de Dios rinda fruto en las vidas de los creyentes. Puede ser que uno no tenga riquezas o cosas y sin embargo las desee.

Aunque vivimos en una sociedad de consumo no tenemos que tener una cosmovisión de consumidor. Podemos lograr aflojar nuestro agarre mortal de las cosas y vivir en el mundo consumista y material sin ser de él al obedecer tres principios bíblicos.

El primero es mayordomía. Esto se aplica ya sea que tengamos mucho o poco. No es la cantidad de cosas que usted tiene lo que le hace materialista o no. Es su actitud hacia lo que tiene. Salmo 24:1 dice: “De Jehová es la tierra y su plenitud; / El mundo, y los que en él habitan.” No somos dueños, sino sólo administradores a cargo de administrar cosas materiales para la gloria de Dios, el avance de su reino y el mostrar amor a los demás. También debemos rendir cuentas de lo bien que lo hacemos. Un buen mayordomo sabe esto y vive de acuerdo.

El segundo principio es sencillez. La mayoría de nosotros tenemos demasiadas cosas; pero nos cuesta librarnos de este atiborramiento porque estamos emocionalmente apegados, lo cual empeora las cosas. Buscar sencillez requiere mentes renovadas libres de la garra del consumismo. Requiere tener una mentalidad cautivada por la suficiencia total de Cristo para suplir todas nuestras necesidades. La simplificación de nuestra vida es una disciplina espiritual que lleva tiempo implementar y diligencia mantener. Sin embargo la recompensa de eliminar el atiborramiento es que dejamos tiempo libre y espacio mental para buscar al Señor Jesucristo.

Finalmente, el fortalecimiento de nuestra pasión por las cosas celestiales nos ayuda a destetarnos de las cosas materiales. Las cosas de la tierra palidecerán cuando escogemos valorar, invertir y acumular tesoros en el cielo, “Pues donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:21, RVC).

Somos ciudadanos del cielo y mayordomos de la tierra. Este mundo no es nuestro hogar, y las cosas que acumulamos y usamos no son nuestras. No son ídolos que adorar, sino herramientas para usar a fin de prepararnos para la vida venidera. Recordar esto nos hará diferentes y libres.