Daniel 2:11

¿Has notado cuántas voces compiten hoy por ofrecerte «claridad spiritual»?

Astrólogos, gurús, horóscopos, psicólogos espirituales, cartas del tarot, afirmaciones cuánticas… el menú es amplio y aparentemente sofisticado. Pero en realidad, aunque suenen convincentes o atractivos, nada de eso tiene poder verdadero. Nada puede reemplazar al Dios que habla con claridad, con autoridad… y con verdad.

Los caldeos en Babilonia sabían muchas cosas. Eran expertos en símbolos, estrellas, fórmulas y supersticiones. Pero no sabían lo esencial. Dijeron con honestidad:

«El asunto que el rey exige es difícil, y no hay nadie que lo pueda declarar al rey, excepto los dioses…» (Daniel 2:11, NBLA).

Y tenían razón… a medias. Porque lo que no sabían —y lo que muchas voces hoy siguen ignorando— es que el único Dios verdadero sí puede, y sí quiere hablar con Su creación.

Hoy en día, lo místico y lo oculto sigue teniendo su atractivo. Se presenta como espiritualidad “profunda” o “conectada con el universo”. Pero la Biblia es clara: no pongas tu confianza en adivinadores, videntes ni encantadores. Pueden impresionar… pero no pueden intervenir. Pueden entretener… pero no pueden transformar.

En este capítulo de Daniel se revela una verdad eterna: la soberanía de Dios no tiene rival. Lo que el rey necesitaba, ningún hombre ni arte mágica podía proporcionarlo… pero Dios sí. Él revela lo profundo, conoce lo oculto, y habla cuando nadie más tiene nada que decir.

La soberanía de Dios nunca será reemplazada por la superstición del mundo. Su voz es suficiente. Su verdad, confiable. Su presencia, accesible.

Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.