Daniel 2:20
¿Sabes reconocer con precisión la mano de Dios en tus logros?
Cuando Dios responde, interviene o te usa poderosamente, hay una tentación muy sutil, casi imperceptible: quedarte con parte del crédito. A veces no lo decimos en voz alta, pero lo sentimos por dentro. Pensamos: “Esto pasó porque me preparé bien”, o “porque fui diligente”, o incluso, “porque me lo merecía”.
Daniel pudo haber dicho: “Rey, yo tengo la respuesta porque soy sabio y capaz.” Pero no lo hizo. No permitió que su ego se filtrara en el momento de darle gloria a Dios. Él sabía que cuando Dios actúa, no hay espacio para el orgullo… solo para la alabanza rendida y sincera.
«Sea bendito el nombre de Dios por siempre jamás… A ti, Dios de mis padres, te doy gracias y alabanza» (Daniel 2:20, 23, NBLA).
La alabanza genuina no es repetir frases religiosas vacías ni clichés piadosos. Es reconocer con precisión y gratitud lo que Dios ha hecho, y hacerlo desde lo profundo del corazón. Es decir: «Esto no fue por mí. Fue por Él. Y a Él sea toda la gloria, sin reservas ni condiciones».
Cuando somos específicos en nuestra alabanza, recordamos que cada logro, cada respuesta, cada oportunidad es un reflejo de la gracia y fidelidad de Dios. No hay lugar para jactancia cuando sabes que fue Su mano la que abrió el camino, no la tuya.
Si aprendes a reconocer con precisión la obra de Dios en tu vida, serás más propenso a doblar tus rodillas que a inflar tu ego. Y ese es el lugar más seguro para el alma: postrada en adoración, no parada sobre logros personales.
Cuando reconoces con precisión la obra de Dios, tu corazón se llena de gratitud… y tu ego se queda sin espacio.
Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.