Daniel 3:1
¿Has notado que algunos líderes jamás aprenden de sus propios errores?
Habían pasado dieciséis años desde que Daniel interpretó el sueño de Nabucodonosor. Dieciséis años desde que escuchó que su reino de oro sería reemplazado por otros imperios. Dieciséis años desde que supo que una piedra no cortada con manos destruiría toda la estatua.
Y, sin embargo, el rey decide construir exactamente lo que había soñado: una estatua colosal.
«Nabucodonosor el rey hizo una imagen de oro, cuya altura era de sesenta codos y su anchura de seis codos; la levantó en el llano de Dura en la provincia de Babilonia» (Daniel 3:1, NBLA).
Esta vez no habría plata, bronce ni hierro. Solo oro puro desde la cabeza hasta los pies. Y definitivamente, ni rastro de barro. Nabucodonosor estaba decidido a desafiar la profecía de Dios con su propia versión mejorada del futuro.
¿Te suena familiar? Todos tenemos momentos en los que, después de escuchar la verdad de Dios, decidimos construir nuestras propias versiones «mejoradas» de Su plan. Proyectos que brillan por fuera, pero están vacíos de Su presencia. Sueños que parecen sólidos, pero carecen de fundamento eterno.
El orgullo humano prefiere construir estatuas de oro antes que reconocer que solo hay un reino que permanece para siempre: el Reino de Dios.
Puedes construir monumentos dorados a tu orgullo, pero solo lo que se edifica en obediencia a Dios permanece para siempre.
Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

