Daniel 3:28

¿Qué se necesita para que los poderosos reconozcan que hay un poder superior al suyo?

A veces, la transformación más sorprendente ocurre en los corazones más endurecidos. Después de presenciar el milagro en el horno ardiente, la reacción de Nabucodonosor es inmediata y total:

«Bendito sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió Su ángel y libró a Sus siervos que confiaron en Él, desobedecieron la orden del rey y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que no fuera su Dios» (Daniel 3:28, NBLA).​

El mismo rey que preguntó con arrogancia “¿qué dios los librará de mis manos?” ahora reconoce públicamente el poder del Dios de Israel. Su decreto es contundente: cualquiera que hable mal del Dios de estos tres jóvenes será despedazado y su casa convertida en escombros.​

Es notable: el rey no se convierte al Dios verdadero, pero sí reconoce Su supremacía. Su experiencia no lo transforma, pero sí lo humilla. A veces Dios usa la fidelidad de Sus hijos no para convertir inmediatamente a los opresores, sino para forzarlos a reconocer que hay un Reino superior a sus reinos.

El testimonio silencioso de la integridad puede ser más poderoso que mil sermones. Cuando los creyentes permanecen fieles en el fuego, hasta los reyes deben admitir que sirven a un Dios diferente.

Cuando permaneces fiel en medio del fuego de la prueba, tu testimonio silencioso se convierte en una declaración tan poderosa que incluso los más arrogantes se ven forzados a admitir que existe un Rey supremo por encima de todos los tronos terrenales.

La fidelidad inquebrantable humilla la arrogancia más endurecida y obliga incluso a los más poderosos a reconocer que hay un Rey supremo por encima de todos los tronos terrenales.

Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.