Daniel 3:15
¿Qué sucede cuando el orgullo humano le declara la guerra directamente a Dios?
La pregunta de Nabucodonosor resonó por el llano de Dura con toda la arrogancia del poder absoluto: «¿Y qué dios hay que los pueda librar de mis manos?» (Daniel 3:15, NBLA). No era una pregunta retórica; era una declaración de guerra contra el Altísimo.
En ese momento, el conflicto trascendió lo político y lo religioso para convertirse en algo cósmico. El rey no solo estaba desafiando la autoridad de tres jóvenes hebreos; estaba confrontando directamente al Dios del universo. Su pregunta reveló la esencia de su blasfemia: se había puesto a sí mismo en el lugar reservado únicamente para Dios.
«¿Qué dios es más grande que Nabucodonosor?», se preguntaba con altivez. Su mente, distorsionada por años de adulación y poder sin límites, había llegado a creer genuinamente que él era supremo. No era simple arrogancia; era delirio de grandeza llevado hasta sus últimas consecuencias.
Pero hay algo que todos los tiranos de la historia han aprendido tarde o temprano: cuando un mortal le declara la guerra a Dios, no es Dios quien está en problemas. El Creador del universo no tiembla ante las amenazas de Sus criaturas, por más poderosas que parezcan en su momento.
La historia está llena de «Nabucodonosores» que pensaron ser invencibles hasta que se encontraron cara a cara con el poder inconmensurable del Altísimo.
Cuando el orgullo humano le declara la guerra a Dios, no está desafiando a un rival; está sellando su propia humillación inevitable.
Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

