Daniel 4:36-37

Si Dios te devolviera lo que perdiste, ¿volverías a ser el mismo de antes?

Después de su periodo de humillación, Nabucodonosor dice: «En aquel momento mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi gloria y mi esplendor me fueron devueltos… y fui engrandecido sobremanera» (cf. Daniel 4:36, NBLA). Dios no solo le regresa el trono; lo hace aún más grande.

Pero ahora el rey ya no presume su grandeza; presume la de Dios: «Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo… Él puede humillar a los que caminan con soberbia» (cf. Daniel 4:37, NBLA). Sigue siendo rey, pero su corazón ha cambiado de trono.

Este es uno de los misterios más hermosos de la gracia: Dios puede devolver lo que Su disciplina te quitó, pero al devolvértelo te entrega también un corazón distinto. La misma posición, pero otro espíritu. La misma responsabilidad, pero ahora vivida como mayordomía y no como propiedad.

Tal vez temes que, si Dios te quebranta, te lo quitará todo para siempre. Daniel 4 nos muestra que, muchas veces, la restitución forma parte de Su plan: restaura, pero no para que vuelvas a lo mismo, sino para que vivas todo desde otra postura interior.

Cuando Dios restaura, no te regresa al «antes», te regresa transformado: con lo que tenías… y con un corazón que ya sabe quién es el Rey.

Adaptado de la guía de estudio, Daniel: God’s Plan for the Future, publicado por Insight for Living. Copyright © 2002 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.