Toda iglesia es la sombra alargada de los que la dirigen. Por consiguiente, ningún asunto es más importante en una iglesia que tener a las personas más cualificadas que modelen verdadera espiritualidad al servir en el liderazgo como ancianos. Esto explica por qué las listas de requisitos (1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:5-9) son tan estrictas y exigentes. Lamentablemente, en la mayoría de las iglesias actuales el método para nombrar y seleccionar a los que dirigen se ha alterado. En esas iglesias se eligen a los líderes mediante el voto de la mayoría, habiéndolos seleccionado debido a que los candidatos son buenos hombres de negocios, o populares en la congregación, o ricos, o miembros por largo tiempo o bien conocidos, o individuos impresionantes de la comunidad. Por buenos e importantes que sean esos factores, no tienen nada que ver con si una persona está cualificada para ser un líder servidor, capaz de dirigir al rebaño de Dios de una manera que honre al Señor Jesucristo.

El ser un líder espiritual exige cualidades que sólo el Señor Jesús puede cultivar en el corazón de la persona. Tiene que ver con madurez, no con popularidad; con carácter interno, no con imagen externa; con fidelidad y santidad en el hogar y la familia de uno, antes que con tener éxito y ser influyente en el mercado laboral; ser gentil y pacificador en situaciones difíciles y complicadas, en lugar de ser un individuo impositivo, que discute, e intimida; ser competente y preciso al manejar las Escrituras Sagradas, antes que ser el que mueve y agita la “política de la iglesia,” ser una persona humilde, sensible, llena de gracia, que de manera genuina se somete a la voluntad del Señor, y no un individuo que tiene hambre de poder y opera según su propia agenda (y eso sólo para nombrar unos pocos contrastes). El individuo cualificado es vulnerable, pronto para reconocer sus propias limitaciones, puntos débiles, e ineptitudes. Ha conocido gran dolor personal, experimentado pérdida, fracaso, aflicción y quebrantamiento, lo que lo califica para tratar de manera sabia y compasiva a las ovejas que luchan o se descarrían. Tales vasos quebrados tienen fuerza interna de carácter, gran profundidad de comprensión, y perseverancia paciente en la adversidad. Permanecen comprometidos a la disciplina de la oración, a hacer lo correcto de acuerdo a las pautas bíblicas, y a sacrificar su propio tiempo y energía sin hacerlo a regañadientes, ni sintiendo lástima de sí mismos, ni quejándose.

Puesto que Cristo que es “la cabeza del cuerpo que es la iglesia,” Él debe “tener en todo la preeminencia” (ver Colosenses 1:18). ¡Y eso significa todo! En otras palabras, el que sirve en el liderazgo como anciano debe estar dispuesto a escuchar a Cristo por sobre todo, honrarle y obedecerle por sobre todo, agradarle por sobre todo, y exaltarle por sobre todo.

No es difícil darse cuenta de que esas cualidades son raras, no sólo en la iglesia en general, sino también en las filas de la iglesia local. Por consiguiente, exige tiempo hallar tales individuos, observar sus vidas mientras sirven a otros durante largo tiempo, y luego determinar si son la selección del Señor. Tal decisión exige oración que prevalece, aguda observación, discernimiento sabio, esperar en el Señor, y finalmente, acuerdo libre, mutuo, entre los que ya están sirviendo en el liderazgo. Ese proceso exige enorme cantidad de tiempo y paciencia.

—Chuck