Cuando alguien me dice: “Pastor: Aprendí mucho de su mensaje,” por lo general trato de responder de manera de permitirle a la persona que sea más específica.

Después de que digo: “Gracias. Me alegro de que fue fútil,” por lo general pregunto: “¿Tenía sentido?”

“Pues, sí.”

“¿De qué manera tuvo sentido?” pregunto. Es interesante oír a las personas decir: “Pues bien, así y asá.” Hallo que su respuesta a menudo se conecta con lo que yo me había propuesto; y eso hace que me sienta bien.

Pero uno se siente terriblemente mal cuando le dicen algo que es casi lo opuesto a lo que uno se propuso.

Nunca olvidaré una ocasión en que se me invitó a predicar sobre el divorcio en una congregación numerosa. Trabajé realmente fuerte en mi preparación de este asunto, en forma meticulosa y cuidadosa, porque sabía que era una preocupación seria en esa congregación. A decir verdad, el pastor específicamente me había invitado preguntándome si yo podría hablar al respecto. Así que allí estaba yo, como predicador invitado, ¡para resolver sus problemas! Cuando terminé el mensaje, después de hablar con toda prolijidad por como por cincuenta minutos, pensaba que lo había comunicado con claridad. Después de la reunión una señora vino a verme, y me dijo: “Veamos, quiero estar segura de que lo comprendí bien.” Entonces procedió a describirme ¡exactamente lo opuesto a lo que yo había estado tratando de decir! Pienso que en ninguna otra ocasión me quedé tan aturdido al darme cuenta de que uno puede pensar que está comunicando con claridad . . . cuando en realidad el público está captando algo completamente diferente.

Así que, pienso que es bueno, incluso esencial, que usted como pastor pregunte: “Ahora bien, ¿qué piensan que he estado diciendo hoy?” ¡Prepárese para una sorpresa! Trate de recordar sus caras mentalmente al oírles decir algo totalmente diferente de lo que usted estaba tratando de decir.

Algo para hacerlo humilde a uno, como sabe. Pero las opiniones y comentarios son esenciales. Por favor, recíbalas de buen grado.

—Chuck